sábado, 28 de julio de 2007

moda

(1ª parada, episodio 2 de 2)
"No os conforméis con las costumbres de este mundo, sino experimentad cambios porque vuestra mente se va renovando".
(Epístola de San Pablo a los Romanos, cap. 12: 2)

Cuando estudiaba matemáticas me enseñaron (¡y aprendí!) que la moda es, en una distribución estadística, un parámetro de centralización correspondiente al valor de la variable que más número de veces se presenta, es decir, que tiene mayor frecuencia. Por supuesto, ésta no es la única definición de moda, aunque no creo que las demás definiciones puedan separarse mucho de este concepto.

Lo problemático de la moda es que no se cuestiona su utilidad, conveniencia, ética o estética. Lo único importante es ser la variable más repetida. A veces se pone de moda algo que nadie (o casi nadie) estaría dispuesto a repetir. Pero basta con que 'alguien' encienda la mecha y 'unos' se sumen al evento, que 'otros' copien a esos 'unos' y que 'otros más' quieran cambiar de una moda a otra... Entonces se está más dispuesto a asumir lo que al principio se rechazaba. Claro: "si es que todos lo hacen", "no voy yo a ser el bicho raro". Así que la moda acaba siendo moda porque se hace a sí misma. Pero esto no me lo habían enseñado en matemáticas, donde las cosas parecen más estáticas.

Me cuesta entender que una sociedad como la nuestra donde se prima la libertad, el individualismo, la originalidad, la exclusividad, la independencia... (y sobre todo por parte de la juventud, que jamás hemos conocido lo que es vivir bajo el yugo de una dictadura) sea tan esclava de las modas que nos hacen a todos iguales, casi clónicos. Todos cambiamos como un rebaño: en masa (fuenteovejuna, todos a una). Y por temporadas. Ahora estamos en el boom del tatoo y el piercing. Cada día me cuesta más ver a alguien que no luzca tinta o ferralla sobre las carnes... Con el tiempo (si no cambia la moda, ¡que cambiará la muy voluble!) será imposible pasar un control de metales en un aeropuerto. Y ya se sabe: alguien comenzó, otro le copió, otro más se sumó y aún otro más no se quiso quedar solo... No me atrevo a preguntar "oye, ¿y por qué llevas ese tatuaje y ese piercing?", porque me temo que me van a responder que porque les gusta. Pero hay un motivo mucho más enterrado, más subconsciente, que es el que habría que descubrir.

Raindrop sigue su viaje. Hasta pronto y no olvides que sigo close2u

información vs. deformación

(1ª parada, episodio 1 de 2)
"El rey de Israel [Acab] le respondió a Josafat: Aún queda aquí un hombre por medio de quien podemos preguntarle a Dios; pero yo le aborrezco, porque nunca me profetiza cosa buena, sino siempre mal. Se llama Micaías, hijo de Imla".
(2º Libro de las Crónicas, cap. 18: 7)

Aprovecho esta breve parada del viaje de raindrop para contar algunas cosillas. Me estaba acordando (en estos tiempos que corren) de aquella entretenida sección de un espacio televisivo que llamaron "curso de ética periodística". No puedo evitar pensar en el camino que la práctica periodística está siguiendo en nuestros días: se editorializa mucho y se informa menos. Se trata de formar opinión, no de dar la información exacta y precisa para que cada uno se lo monte como quiera. ¿Imagináis ir a comer a un restaurante y que os sirvan la comida ya premasticada (o predigerida)? Sí, ya sé, es bastante asqueroso. Pero si nuestros periódicos y medios de comunicación de masas nos sirven la información ya 'pre-opinada' entonces no pasa nada. Sé que la objetividad es difícil, pero para eso se es un profesional, ¿no?

¿Por qué sucede esto? Ni más, ni menos: nos gusta que la realidad sea como nosotros queremos que sea. Por esto siempre estamos más predispuestos a escuchar a quienes nos digan exactamente lo que queremos oír. La prueba de esto está en cualquier quiosco. Se venden ejemplares de cada grupo editorial. Se habla de perfiles de lectores... Frente a una misma noticia, los diferentes diarios cuentan sus verdades, en ocasiones incluso de forma opuesta o contradictoria entre ellos, según la mano que los alimente, los poderes que los favorezcan o la línea editorial predeterminada, y cada lector cree lo que quiere creer. Prefiero no dar ejemplos... Y esto es así hasta en algo tan trivial (aunque mueve montañas) como la prensa deportiva, donde el "forofismo" de los periodistas llega al paroxismo y es ya la pauta dominante.

La historia de la que forma parte el texto bíblico que cité al comienzo es paradigmática de lo que trato de contar. Recomiendo que os leáis el capítulo 18 completo (del 2º libro de las Crónicas) porque, además de ser bastante entretenido, gracioso e instructivo, no tiene desperdicio. Micaías, conociendo a Acab, le llega a decir exactamente lo que quiere oír, aun sabiendo que no es cierto. Pero Acab se da cuenta precisamente de que no le dice la verdad. El texto escrito (al no ser un registro sonoro) no puede recoger ni la entonación ni el tono o timbre de voz que debió de usar el profeta. Yo imagino que sonaría como una letanía desganada, repetitiva y forzada, que revelaba por su forma mucho más que por su contenido. ¡Qué sentido del humor el de Micaías en una situación tan comprometida! ¡Y qué soberano cabreo el de Acab por la manifiesta tomadura de tupé!

Estoy seguro de que Micaías hubiera sido un digno periodista.

domingo, 15 de julio de 2007

calentando motores...

(salida)


Así empiezan todas las carreras. Rugir de mecánica, escapes de gases, nervios a flor de piel... Todo a la espera del banderazo de salida. ¡La bandera ya se ha bajado!

Desde mi automóvil, veo alejarse a los participantes a todo gas mientras yo aún estoy clavado en la salida. Todavía no sé si lo he hecho a propósito, para descargar algo de tensión. Pues bien, piso el acelerador y comienzo una marcha muy particular, más lenta, para no perderme el paisaje. Ni siquiera a alguien entre el público (a quien creo que puedo haber defraudado un poquillo por una salida tan poco excitante).

Antes de salir, estaba releyendo una fabulilla de una liebre y de una tortuga. Pero os aseguro que a estas alturas no entendí ni un pito de lo que Esopo quería decir...

En fin. Saludos a todos los que paséis por aquí cerca. Agito mi mano para vosotros... Nos vemos en el camino. Nos veremos en la meta.