lunes, 22 de diciembre de 2008

en la edad de piedra

(61ª parada)
"Nunca digas: ¿Cuál es la causa de que los tiempos pasados fueron mejores que estos? Porque nunca de esto preguntarás con sabiduría".
(Sefer Kohelet, cap. 7: 10)

No sé qué tienen estas fiestas que te las avisan y te las avisan desde noviembre, pero cuando llegan te acaban pillando siempre de improviso. Aquí estoy, como loco, ultimando cada cosa antes de salir de viaje mañana. Lo de cada año, a ver a mi familia. Este año, lo diferente es que apenas estaremos mis padres y yo, nada más. A mis hermanos, sobrinos, etc. no los veré en esta ocasión. Los voy a echar mucho de menos.

En realidad, es como si me preparara para un viaje en el tiempo. A la edad de piedra, más exactamente. Una especie de aversión tecnológica de mis progenitores (a veces corriente entre los humanos de cierta edad), les tiene desconectados de la cosa esa llamada internet. Así que me dirijo hacia una desconexión total que me tomaré como unas vacaciones (obligadas). No voy a pensar demasiado en los e-mails que se amontonen en las bandejas de entrada respectivas, en las urgencias, en los avisos... y me voy a centrar más bien en algunos libros (sí, esos de papel y tinta) que me voy a llevar para que acompañen en algún que otro paseo o cuando, a lo que para mí es media tarde pero para mis padres es noche cerrada, se les empiece a desplomar la cabeza hacia los lados.

Lo que sí echo siempre de menos es participar del ambiente bloguero en estos días. Me siento un poco mal por el poco tiempo que he dedicado en los últimos días a mis compañeros de viaje. Siempre he pensado que, de todos los regalos que se pueden hacer, el del tiempo (la dedicación) es el más valioso. A fin de cuentas, ¿hay algo más personal e intransferible? Aunque parezca una contradicción decir que el tiempo es lo más importante y que os estoy dedicando muy poco últimamente y que, a pesar de ello, tengo un cariño inmenso por cada uno de vosotros (y cada vez más), aceptadme la contradicción como procedente de este tipo con tendencia a descoordinarse de cuando en cuando. Espero que un buen reajuste de cables y tuercas me deje bien operativo para afrontar 2009.
Recuerdo cuando empezamos este año que ya se acaba. Podemos echar un vistazo atrás y tratar de encajar nuestras expectativas de entonces con la realidad actual. ¿Ha habido coincidencias? ¿El camino es totalmente diferente? En fin... no sé. Ahora volveremos a proyectarnos hacia 2009 y veremos si cuando termine el año hemos acertado o no.

En cualquier caso, las corrientes del tiempo siempre nos llevan hacia adelante, a lugares incógnitos, a situaciones siempre novedosas, a aventuras muchas veces insospechadas. Allá donde os encontréis, deseo para cada uno de vosotros que obtengáis lo mejor y que alcancéis la felicidad.

Nada más por ahora. Si veis que no respondo en un par de semanas, es normal. Parece ser que el tam-tam aún no consigue colarse entre las redes wifi.
Hasta la vuelta. Os quiero muchísimo y os llevo conmigo, aquí, en el corazoncito. Una vez más, muchas gracias por ser tal y como sois y por estar siempre ahí.

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domingo, 14 de diciembre de 2008

surcos profundos

(60ª parada)
"En los postreros días vendrá gente que, burlándose, diga: (...) Desde que murieron nuestros antepasados todo permanece igual a como era en un principio".
(2ª Epístola de San pedro, cap. 3: 3, 4)

Con los años, un rostro se transforma en una máscara que, en lugar de cubrir, revela mucho de lo que se es y se ha sido. Unos lucen ahí, en las mejillas, los pliegues de una sonrisa del alma que se ha dado tropecientas veces en la vida. Otros, lo que llevan bien labrada en el ceño es la marca del enojo. La frente se surca de preocupaciones, los ojos de guiños y los labios de silbos y besos. Además del trabajo duro de la gravedad y del azote curtidor de sol, viento y otras caricias, nuestra faz nos la cincelamos nosotros mismos con los años a fuerza de sacar hacia afuera el mundo interior. Quizás no sea muy exacto, habiendo tantos pinceles distintos trazando en el mismo lienzo. Un accidente de la vida puede ser la mano torpe que destroza una obra maestra y una intervención quirúrgica puede arrancar de nuestra superficie años de historia o, al menos, algún que otro momento para el olvido.
De lo que no tengo tantas dudas es del trabajo de ingeniería de caminos que nuestros pensamientos obran en nuestro cerebro. Acertó quien ya hace años recalcó la influencia tan importante de los pensamientos de cada día en lo que acabamos siendo en la vida, sentenciándolo de este modo: Un pensamiento repetido lleva a una acción; las acciones en las que se insiste crean hábitos y, finalmente, los hábitos que se mantienen forjan un carácter. Como quien se abre un camino en la selva a machetazos. Si insistes, perdura. Si lo abandonas, la propia selva se lo va tragando y lo va cerrando al tránsito. En los paseos por el monte, es fácil llegar a toparse con algunos caminos carreteros por los que el paso de carruajes ha grabado profundos carriles en la tierra. Otra carreta que circulara por semejante camino tendría problemas para desviar sus ruedas de la ruta trazada, de tan embebidas que van en los carriles. En nuestros cerebros, como en la tierra moldeable, los pensamientos surcan circuitos neuronales que se van fijando con la repetición, hasta el punto del automatismo. Pero el origen de cada camino neuronal está en lo que anda por nuestra sesera. Es raro que una persona que constantemente tenga pensamientos negativos o destructivos pueda obrar de forma contraria a sus circuitos neuronales de negatividad y destrucción. Lo mismo sucede con las personas que albergan pensamientos positivos y le ponen el freno a los de signo contrario.
Seguro que somos conscientes de la trascendencia de lo que pensamos en cada momento. Esos pensamientos serán los motores de futuras acciones (o de futuras omisiones). Pero no siempre se tiene la suficiente disciplina (o higiene mental) como para espantar o echar afuera de nuestra mente aquellos pensamientos que sabemos que nos pueden hacer daño. Dejar de aplicar este control es una peligrosa negligencia. Como abrir la puerta de casa a los maleantes.

Igual que nuestros hábitos personales se forman de nuestros pensamientos personales, los hábitos colectivos se forman de los pensamientos colectivos (si tal cosa existe). La cuestión es que hay personas que piensan por otras. Por varios motivos: bien porque hay quien delega en otro su capacidad de raciocinio y decisión (¡mal hecho!), bien porque cuando uno aparece en este mundo ya hay mucho pensado de antemano por quienes nos precedieron. Está bien. A esto último se lo puede considerar como experiencia colectiva y ayuda a no repetir errores y progresar más rápido. La ciencia, la técnica, las artes, el conocimiento en general, deben su desarrollo a este proceso de construcción, apoyando la experiencia de unas generaciones sobre la de las precedentes. Luego, está el reverso tenebroso de esta experiencia. La de cosas que asumimos como aceptables y que, en realidad, no lo son tanto. La esclavitud, por ejemplo, pareció buena cosa a muchas personas (sabios incluidos) en el pasado. El Ancien Régime, también. Hasta que hubo una colisión entre estas experiencias desgastadas y los nuevos paradigmas sociales. A veces, este reverso-tenebroso que decía antes se encuadra en lo que se ha llamado tradición. En general, las tradiciones suelen respetarse sin cuestionárselas, pero son (posiblemente) el equipaje de la humanidad que más deberíamos cuestionarnos. En algunos casos (demasiados para mi gusto), si conociéramos el origen de una tradición o si comprendiéramos su sentido real, o su alcance, posiblemente la abandonaríamos. O no... ¿quién sabe? Ya dije hace un momento que la fuerza de un hábito crea automatismos de los que es difícil librarse. Y ésa es la chance de las tradiciones.

Con estas ideas tenía la intención de cumplir algo que le dejé escrito a Tormenta en un comentario de su post El Camino... En él, se reproducía un cuento de Paulo Coelho, donde un borrego acababa marcando el camino de los humanos. Le prometí una historia de monos. Una historia conocida, de ésas que te pueden acabar llegando por e-mail. Y le dije que la incluiría en mi próximo post, porque tenía una moraleja muy parecida a la de Coelho: el proceso de construcción de paradigmas y la dificultad para operar un cambio de paradigma. Así que, va por ti, amiga. Que ya sabes que me encanta el diálogo bloguero.

Un grupo de científicos colocó cinco monos en una jaula. En el centro de ella habían puesto una escalera y, sobre ella, un montón de bananas. Cuando un mono subía la escalera para agarrar las bananas, los científicos lanzaban un chorro de agua fría sobre los que quedaban en el suelo.
Después de algún tiempo, cuando un mono iba a subir la escalera, los otros lo agarraban para evitar que alcanzara su objetivo. Pasado algún tiempo más, ningún mono se atrevía ya a subir la escalera, a pesar de la tentación de las bananas. Entonces, los científicos sustituyeron uno de los monos. La primera cosa que hizo el recién llegado fue subir la escalera, siendo rápidamente bajado por los otros, quienes le disuadieron por la fuerza de alcanzar las bananas. Después de algunas palizas, el nuevo integrante del grupo ya no subió más la escalera.
Un segundo mono fue sustituido, y ocurrió lo mismo. El primer sustituto participó con entusiasmo de la paliza al novato. Un tercero fue cambiado, y se repitió el hecho. El cuarto y, finalmente, el último de los veteranos fue sustituido. Los científicos quedaron, entonces, con un grupo de cinco monos que, aun cuando nunca recibieron un baño de agua fría, continuaban golpeando a aquel que intentase llegar a las bananas. Si fuese posible preguntar a algunos de ellos por qué le pegaban a quien intentase subir la escalera, con certeza la respuesta sería:
"No sé, aquí las cosas siempre se han hecho así..."



¿Te suena conocido?
Pregúntate a qué paradigma social respondemos y por qué estamos haciendo las cosas de una manera, si es posible que las podamos hacer de otro modo mejor.

"Triste época, la nuestra: es mas fácil desintegrar un átomo que un preconcepto."
Albert Einstein

domingo, 30 de noviembre de 2008

thanksgiving

(59ª parada)
“En toda circunstancia, sed agradecidos. Esto es el deseo de Dios para vosotros que creéis en Jesucristo”.

(1ª Epístola de San Pablo a los Tesalonicenses, cap. 5: 18)

En los Estados Unidos, la transición de octubre a noviembre y la de noviembre a diciembre están marcadas, respectivamente, por las fiestas de Halloween y el Día de Acción de Gracias. Normalmente, mucho se dice o se ve de la primera celebración; pero es más bien escaso el bagaje de recuerdos que deja la segunda. El jueves de la semana que terminó recientemente (en U.S.A. es el 4º jueves del mes de noviembre; en cambio, en Canadá se celebra el 2º lunes de octubre) se vivió este día-consagrado-al-agradecimiento y seguro que no ha contado con el bombo y platillo de las calabazas grotescamente decoradas. Tiene su lógica. A fin de cuentas, Halloween es una fiesta heredada de la cultura céltica y, por tanto, de tradiciones propias de otros lugares y anteriores a la fundación de los estados norteamericanos. Lo que han conseguido los U.S.A. es realizar una tremenda campaña de marketing (más bien: apropiación descarada) para que parezca suyo lo que no lo es. Por mí, se la pueden quedar. No tengo ninguna simpatía hacia Halloween, la Noche de Brujas, Víspera del Día de los Santos o como se la quiera llamar. Sinceramente, paso de este tipo de espiritismos o triunfo-de-los-muertos-vivientes en que se ha convertido esa fecha. Ni siquiera me parece respetuoso hacia los muertos hacerlos revivir como verdaderos monstruos. Recuerdo a mis muertos con gran afecto, los imagino tal cual eran cuando estaban llenos de vida, y no me apetece nada visualizarlos como zombis descarnados.

Por otro lado, el Día de Acción de Gracias sí que es una fiesta de tradición norteamericana (de la parte de Norteamérica al norte de Méjico, que también es Norteamérica, vaya). Posiblemente, ésta sea la causa de la poco profunda huella que ha dejado en el resto del mundo, a pesar de que también estemos saturados de contemplar cómo en series y películas estadounidenses se vea a las familias reunidas para ver desfiles y partidos de fútbol americano y para comer pavo y salsas de arándanos. Sin embargo, me parece que el contenido de la festividad sí que es de exportación recomendable. Atención, he dicho contenido, no forma. Mantener las formas de una fiesta hace posible que ésta se perpetúe en el tiempo, pero plantea la duda acerca de si merece la pena continuar una tradición que va perdiendo su sentido. Y, si no, que les pregunten a los descendientes de los indios Wampanoag. Para ellos, el agradecimiento de los descendientes de los Pilgrims del Mayflower se ha quedado en nada. De los dos grandes pilares que sostenían esa celebración, el uno se ventiló al otro.

Bueno, pero ¿por qué no ser más agradecidos? El refranero trata de bien nacidos a los que practican esa sana costumbre. La gratitud engrasa adecuadamente la maquinaria de las relaciones (familiares, laborales, de amistad...) y es imprescindible para evitar que ese motor acabe gripado. Todo lo contrario al resultado que se obtiene con la sequedad de una actitud exigente y severa. No sé, pero es posible que cada vez se estile más esa postura despótica que supone que nada hay que agradecer cuando alguien no hace sino lo que debe y, entonces, ¿qué mérito hay en ello para que se muestre agradecimiento? Ideal en un mundo de máquinas desprovistas de sentimientos. Ideal, también, en una sociedad cada vez más mercantilista, donde todo se traduce en servicios o mercancías que se compran o se venden, donde todo tiene su precio ineludible y exigible y donde no tiene cabida esa palabra, gracias, prima-hermana de gratis. Pero el agradecimiento verdadero (el que sale de las entrañas y no sólo de la boca) podría ser uno de los mejores antídotos contra los abusos, el maltrato y la violencia, tanto físicos como psicológicos.

Hay algo más que hace de la gratitud la mejor de las disposiciones para enfrentar la vida. Recuerdo (más o menos) la frase de un sabio hindú que decía: Doy gracias a las rocas que me encuentro al ir escalando la montaña de la vida. Porque, aunque a primera vista lo parezcan, no son obstáculos; son los asideros que me permiten alcanzar la cumbre. Si entiendo que las cosas que me van sucediendo en el transcurso de la vida puedo utilizarlas (incluso aunque a priori se me antojen negativas) para ganar experiencia, para mejorar, para perfeccionar y pulir lo que necesite ser abrillantado, no me dejaré hundir por los reveses que, sin duda, iré recibiendo. Hace poco, cuando hablaba de crisis, también me refería a esta actitud: la de aprender de cada tropiezo y crecer con cada dificultad.

No dejo escapar la oportunidad de agradecer a todos los lectores y comentaristas de este blog (que, a su vez, son también autores de otros blogs por los que me siento enormemente agradecido). No lo entiendo como una formalidad, sino como un auténtico deseo y una necesidad de reflejar todo el cariño que con su tiempo y dedicación me demuestran a lo largo de este camino.
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BENDICIÓN DE LA MESA (THANKSGIVING DAY)
Norman Rockwell, 1951
original: óleo sobre lienzo, 107 x 102 cm

domingo, 23 de noviembre de 2008

en las antípodas

(58ª parada)
"Con arrogancia los malvados persiguen al pobre, pero quedan atrapados en los ardides que han maquinado".
(Salmo 10: 2)

······ - en los, o las, antípodas. loc. adv. En lugar o posición radicalmente opuesta o contraria.

...Y quizás eso sea parte del atractivo. Estoy pensando ahora en las antípodas geográficas, nada más. E incluso más que a Nueva Zelanda (nuestras antípodas más exactas), me refiero a la isla más grandota de todo el océano Pacífico. Sé que esa atracción que siento por Australia acabará con mi cuerpo al otro lado del globo durante una (más o menos) larga temporada. Un año de éstos, ya veremos. En fin, mi obsesión no es tan grande como para tenerme modelando un Ayers Rock con el puré de patatas, pero ¡lo que tira la curiosidad...!
Desde lejos, pareciera que su pasado como antigua colonia británica para convictos hubiera dotado de una muy peculiar visión de la vida a los australianos. Es posible que su desenfado sea sólo un tópico o la forma distorsionada de ver que tiene un europeus comunis cuando dirige su mirada a los del novísimo mundo. Reconozco que no se puede opinar más que de lo que se conoce y que en temas australianos yo estoy bastante pez.
Como le dijo aquella flor de tres pétalos que se encontró en el desierto el Principito, al preguntarle sobre la localización de los hombres:
- ¿Los hombres? Existen, creo, seis o siete. Los vi hace años (...).
Parece ser que, un día, había visto pasar una caravana.
A mí, con los australianos me pasa lo mismo.
No he visto más allá de la (invisible en nuestras latitudes) Cruz del Sur de su banderola con la Union Jack incrustada; de su desiertazo; de sus eucaliptos con koala (no como los nuestros); de sus canguros y periquitos; de sus aborígenes, históricos y prehistóricos; de su cocodrilo Dundee (¿real o imaginario?); de los famosazos del cine: sus russelcrowes, melgibsones, nicoleskidman, peterweirs y demás; de los vecinitos Donovan y Minogue; de las guapetonas Imbruglia o McPherson; de los INXS; de las futboleras matildas... Vamos, las ruinas de Palmira. Sería el perfecto dominguero de los turistas en las antípodas.

Pero hay un par de cosas que me gustan por encima de todas éstas:
Por un lado, Glenn Murcutt. Tengo que decir que sólo conozco la obra de dos arquitectos australianos. Uno es Peter L. Wilson (que forma el estudio Bolles+Wilson, junto a su esposa, la alemana Julia Bolles) y el otro es Murcutt. Buenas referencias le había dejado su padre: la arquitectura de Mies van der Rohe y la filosofía de Henry David Thoreau. Ambas han sido importantes influencias en su estilo. Glenn Murcutt fue Premio Pritzker (¡aaaaarrgh!) en 2002 y eso lo convirtió en más mediático. Pero si por algo ya había destacado este tipo es por el perfecto cuidado artesanal que pone en cada uno de sus trabajos. En fuerte contraste con la práctica habitual en la actualidad, su estudio es de una sola persona (a lo sumo, incorpora un par de arquitectos ayudantes, como si fueran becarios) y fuera de los circuitos arquitectónicos principales. ¿Será que Australia is different?
Y otra cosa de ese país que también me pone la piel de pollo es su himno casi-oficial. No me refiero a Advance Australia Fair, sino a Waltzing Matilda. Hay que rendirse a una maldita lógica que consigue que un país (por más que los australianos pudieran sentirse más identificados con la segunda canción que con la primera) no pueda permitirse tener un himno oficial con ese mensaje, por culpa de la pugnetera "corrección política": ¿en qué posición dejaría a los poderosos?
Sin embargo, se lo llegó a proponer como himno oficial de Australia, por el arraigo tan fuerte que tiene entre sus gentes.

Waltzing Matilda cuenta la historia de un vagabundo que, portando su equipaje (su matilda), acampa una noche al lado de una pequeña laguna. Mientras se prepara un té, una oveja se acerca a beber agua y el vagabundo se apropia de ella para zampársela. El rico terrateniente del lugar se da cuenta y llama a tres policías para que arresten al vagabundo. Éste, antes de ser arrestado por el robo de la oveja, prefiere saltar al agua y morir ahogado. Al final, la historia termina contando que el fantasma del vagabundo puede oírse cantando una canción que invita a los viajeros a "bailar el vals con él" (traducción literal, pero no correcta), lo que quiere decir: a recorrer los caminos con el vagabundo. Por eso, Waltzing Matilda se ha considerado tradicionalmente una canción que celebra el desafío de la gente pobre frente al poder de los ricos y del estado autoritario que protege los derechos de éstos contra los derechos de los menos favorecidos.

Ahí va una versión del ya fallecido (en 2003) cantautor australiano David Gordon "Slim Dusty" Kirkpatrick:

Waltzing matilda

Once a jolly swagman camped by a billabong,
Under the shade of a coolabah tree,
And he sang as he watched and waited 'til his billy boiled
Who'll come a waltzing matilda with me?

Down came a jumbuck to drink out of the billabong,
Up jumped the swagman and grabbed him with glee,
And he sang as he stowed that jumbuck in his tucker bag,
You'll come a waltzing matilda with me.

Up rode the squatter, mounted on his thoroughbred,
Down came the troopers, one, two, three,
Where's that jolly jumbuck you've got in your tucker bag?
You'll come a waltzing matilda with me.

Up jumped the swagman, leapt into the billabong,
You'll never catch me alive, said he,
And his ghost may be heard as you pass by that billabong,
Who'll come a waltzing matilda with me?


(Andrew Barton "Banjo" Paterson)

Y, cada vez que suena esta canción, se enciende la chispita interior que me hace sentir (como dice el diccionario) en las mismísimas antípodas de todos esos 'squatters' con sus 'troopers'.

domingo, 16 de noviembre de 2008

método

(57ª parada)
"Tú que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo?"
(Epístola de San Pablo a los Romanos, cap. 2: 21)

Desde que conozco la obra de arquitectos como Smiljan Radic (siento especial debilidad por su producción) o Mathias Klotz, ambos nacidos en el año 1965, soy un convencido de que merece la pena seguir la trayectoria de las nuevas generaciones que Chile está arrojando al panorama de la arquitectura. Y, curiosamente, esta frase introductoria no la digo ahora a propósito de los jóvenes arquitectos chilenos (que cada uno limite la juventud a la edad que le parezca), sino de otro, nacido en 1949, que también es interesante seguir bien de cerca. A Germán del Sol Guzmán es posible que el público español lo conozca por ser el autor del pabellón de Chile en la Expo-92 de Sevilla (¡qué lejos queda ya todo eso!). Su relación con España viene de mucho antes, pues cursó los tres últimos años de la carrera en la ETSAB (la escuela técnica superior de arquitectura de Barcelona) y estableció su propio estudio en la ciudad condal hasta 1979. Por su hotel Remota en la Patagonia chilena (excelente proyecto), recibió el Premio Nacional de Arquitectura en 2006 ...y buscando información al respecto, me había topado con un blog que Germán escribe a modo de cartas. Ahí queda expuesta, de forma sencilla, su genialidad en pequeños trozos de gran valor, como diamantes o pepitas de oro.

En fin, cuento todo esto porque, en una de esas cartas suyas, trata un tema que puede llegar a ser obsesión para los artistas. Sobre todo para los que estamos abonados al perfeccionismo (y ni te cuento si lo es al perfeccionismo neurótico, tan paralizante). Creo que perseguimos la consecución de un método de trabajo propio y personal, un sello de identidad que garantice unos resultados inconfundibles sin lugar a dudas, como si de la piedra filosofal de los alquimistas se tratara. Pero las palabras que leí en ese blog me llenaron de tanta satisfacción y me sentí tan reconfortado por su diáfano magisterio, que me ha parecido conveniente reproducirlas. Igual que una montaña que convierte en eco lo que despierta sus entrañas. Y decido ser montaña repetidora en este caso porque realmente el texto de Germán del Sol me resultó extraordinario. La carta parece escrita pensando en sus alumnos... pero creo que puede servir tanto a estudiantes como a arquitectos noveles e incluso a muchos veteranos. No lo dudo. Otros, en cambio, no podrán entenderlo: están demasiado ensimismados, endiosados y seguros en sus "métodos" como para aceptar nada de nadie (siempre me han parecido los peores, por más palmaditas en la espalda que se lleven). Nunca es tarde para seguir aprendiendo, si es que de verdad se quiere seguir aprendiendo. Maestros no faltan.

NO HAY MÉTODO. SE HACE CAMINO AL ANDAR.

Trato de enseñarles a mis alumnos a superar la hoja en blanco
tratando de olvidar las ideas conocidas y los prejuicios arraigados,
haciendo los primeros croquis de la obra sin tratar de acertar
y por eso, sin ningún temor a equivocarse.

Les enseño a fracasar contentos,
porque creo que una buena obra de arquitectura,
está hecha en un 99% de errores,
que se reconocen y se corrigen
si detrás de ella hay un salvaje domado,
que son nuestros egos y nosotros mismos.

Por eso digo que el error es bello.
La arruga es bella si se recibe como un bien inevitable.
Errar significa también vagar sin saber muy bien hacia dónde uno se dirige.
Derrota es el nombre que le dan los marinos
al rumbo apropiado de un barco en la mar,
y Derrotero es el libro que contiene las Derrotas.

Tal vez, no se puede pedir que los primeros pasos sean buenos
para encaminar un buen proyecto.
Porque un buen proyecto no es una suma de pasos correctos,
sino el fruto de una decisión correcta tomada a tiempo en cualquier momento,
a lo mejor en plena crisis del proyecto.
Y que es correcta,
si logra reunir todas las ideas buenas y malas sueltas,
en algo mayor que es el proyecto.

Tal vez, y como dice mi hermano Patricio,
..."no importa tanto que todo sea bueno,
como que sea bueno el todo"...

Y a ese todo se llega, si se llega,
pensando con libertad sin temor a equivocarse
y sin poner a prueba a cada rato el proyecto.

No conozco ningún método para hacer arquitectura,
que no sea lo que Machado llamó tan bellamente
...“se hace camino al andar”...
y en arquitectura se hace camino,
en la constante prueba y error.

Pruebas que no se hacen al tuntún,
sino con una intención clara,
y dedicándose al trabajo.

Trato de transmitir mi amor al oficio,
más que el oficio mismo.
Como dice León Felipe, otro gran poeta español,
“No sabiendo los oficios, los haremos con respeto.
Para enterrar a los muertos
como debemos,
cualquiera sirve, cualquiera... menos un sepulturero”.

Trato de enseñar a mis alumnos
a detenerse por lo menos cinco horas diarias;
a no confundir lo importante con lo urgente:
en un momento puede ser urgente ir al baño,
pero lo importante sigue ahí pendiente,
y no hay que distraerse,
hasta, como dice Alberto Cruz,
"arrear las vacas hasta el corral".

Es decir, les enseño a estar disponibles
a la hora que sea que se presente el espíritu
que alienta las cosas y les da vida,
que es para mí lo que persigue la arquitectura:
dar casas, calles y plazas con esa profundidad
que las hace fecundas para la vida,
tal vez porque muestra el esplendor de la condición humana
tal como es, con sus miserias y grandezas.

Para animar a los alumnos de arquitectura
a aventurarse mas allá de las obras conocidas y celebradas en revistas;
quizá haya que transmitirles la confianza absoluta
en que si observan bien
siempre descubrirán algo nuevo
entre las mismas cosas de siempre,
y aunque al principio el resultado de su trabajo sea malo
probando y probando se hará cada vez mejor.

Quizá así cada uno se enamora finalmente de su oficio,
y no está tan fácilmente dispuesto a hacer cualquier cosa
para ganarse bien la vida,
porque sabe exigirse a sí mismo
todo lo que puede dar,
como dicen los futbolistas.

Un abrazo

Germán del Sol
20 de Abril de 2007

Nunca se deja de ser alumno, aunque cada día se deje de serlo.

FOTO 1: Smiljan RADIC. Habitación para dos personas (1992-96, 1997); San Miguel, Isla de Chiloé.
FOTO 2: Mathias KLOTZ. Colegio Altamira (2000); Santiago de Chile.
FOTO 3: Germán DEL SOL. Hotel Remota (2005-06); Puerto Natales, Patagonia chilena.

viernes, 31 de octubre de 2008

sandwich

(56ª parada)
"Quienes se obsesionan con hacerse ricos caen en tentaciones y trampas y en muchas codicias necias y engañosas, que hunden a los hombres en ruina y destrucción".
(1ª Epístola del apóstol Pablo a Timoteo, cap. 6: 9)

El título (que en castellano lleva tilde en la a) hace referencia a cómo he organizado este post, metiendo el texto entre dos rebanadas de humor gráfico. Y es que Quino me lo pone muy fácil. A este hombre le dio por colocar sus ideas en boca de una niña de espíritu inquieto y contestatario (además de muchas otras series de viñetas) unos años antes de que yo naciera. Pero es difícil que esas ideas caduquen, porque las personas hemos demostrado a lo largo de los siglos que podemos cambiar de vestido, de peinado, de gobierno, de costumbres, de tecnología... pero seguimos siendo muy parecidos a nuestros ancestros. Yo propondría que las viñetas de Quino fueran los libros de texto de Educación para la ciudadanía. Algo bueno saldría de eso.

Hay quien me comentaba a propósito del post anterior (prometo responder a los comentarios, sólo que llevo unos días frenéticos y me ha faltado tiempo que dedicar a la blogosfera) que no sabe por qué se me ha ocurrido tratar un asunto más o menos trivial como es el de los toros, habiendo cosas más graves de las que ocuparse, por ejemplo: de denunciar el hecho de que existan niños en el mundo que están padeciendo tremendos y terribles abusos. Ya... si no se trata de tapar una cosa con otra, ni mucho menos. Pero hay oportunidades para todo, incluso para abordar un tema menos importante sin dejar de seguir en la brecha por otros más importantes. Por lo mismo, ahora me acuerdo de la (dichosa) crisis que ¡mira por donde! afecta a nuestra relativamente abundante capacidad adquisitiva en esta sociedad de lujo que nos hemos montado (pobrecitos de nosotros), cuando hay países totalmente arrasados económicamente hablando (y, por desgracia, también en otros ámbitos). Pero, ya se ve... no se deja de hablar de la "crisis" porque (igual que con los toros) también hay oportunidad para todo. Ya dice Mafalda que la crisis parece acompañar a algunos países, como el que le ha tocado en suerte, toda su vida. Para que luego nos quejemos.

Sólo un par de apuntes:

UNO:
Me fastidia el uso peyorativo que se le está dando constantemente en los medios de comunicación (y, como consecuencia, entre el común de la gente, que no hace más que repetir lo que escucha y lee en la santa radio, en la santa tele y en los santos periódicos) a una palabra tan bella como es CRISIS. Se usa siempre para destacar lo malo, pero no nos estamos fijando en todos los aspectos positivos que supone una crisis. Una crisis de verdad, quiero decir. Hay dos acepciones de esta palabra que da el diccionario y que me gustan especialmente:

- Mutación importante en el desarrollo de otros procesos, ya de orden físico, ya históricos o espirituales.
- Juicio que se hace de algo después de haberlo examinado cuidadosamente.

Ahí queda eso.
Aprovechemos las crisis, porque siempre se puede sacar algo en limpio de ellas que nos hace mejores: más sabios, más fuertes, más equilibrados.

y DOS:
La situación económica que estamos padeciendo se veía venir. Y si no se veía (pura ceguera, la nuestra), lo lógico era que sucediera. No es sensato vivir endeudado hasta límites que están mucho más allá de lo razonable. Entiendo que se tengan deudas por adquirir bienes de primera necesidad (aquí incluyo cosas realmente caras, como una vivienda, porque no creo que nadie tenga que pedir un préstamo para comprar una barra de pan). Pero una vez con el agua al cuello, seguir dándose todos los caprichos que pide el cuerpo es lo que ha tensado la situación hasta este punto. Las operaciones financieras que han logrado que los consumidores hayan reducido sus cuotas mensuales (agrupando los créditos de tal forma que se está pagando casa, coche, etc. hasta el día en que no existan ni las cenizas de todo ello) se han revelado catastróficas. Porque el consumidor, aliviado momentáneamente en sus cuotas mensuales, ha seguido endeudándose todavía más, sin freno, sin cabeza. De locos. ¿Hasta dónde se quería estirar esta goma?

Estos días, me contaba un amigo que conoce a un menda a quien el asesor financiero de éste le sugirió que, teniendo en cuenta sus números rojos, se planteara seriamente vender una de sus dos casas para ir saliendo del trance. Sería una buena solución, porque se desprendería de algo que no necesita (¿quién vive en dos casas a la vez? bueno... sólo un ser literalmente ubicuo) para quedar libre de deudas. Vale, pues la respuesta del elemento en cuestión:
"Pero no puedo hacer eso, porque... ¿qué va a pensar de mí la gente que me conoce?".
Pues nada, chato, a vivir como un calavera, que debe de ser algo maravilloso. Sarna con gusto... a rascarse con una sonrisa en los labios.

Y ya, a estas alturas y visto lo visto, estoy convencido de que la pregunta que se hace Mafalda en la rebanada inferior de este sándwich ha llegado a ser tan sólo una pregunta retórica.
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domingo, 19 de octubre de 2008

el "arte" de la muerte debe morir

(55ª parada)
“Fíjate en Behemot, al cual formé igual que a ti; come hierba como un buey”.
(Libro de Job, cap. 40: 15)

Arte. Esa necesidad del ser humano de expresión y comunicación de un tema como es la belleza, a través de formas, colores, sonidos, movimientos... La Grecia clásica dividió las artes en artes superiores y artes menores, dependiendo de qué sentidos intervinieran en el disfrute de las obras. Así, fueron llamadas artes superiores (o Bellas Artes) aquéllas que permitían gozar las obras a través de los sentidos superiores: vista y oído, sin que fuera necesario entrar en contacto físico con el objeto artístico. Estas Bellas Artes eran seis: arquitectura, escultura, pintura, música, declamación y danza. En la clasificación actual, el teatro formaría parte de la música y la literatura estaría asociada a la declamación. También se ha dado el nombre de séptimo arte al cine, que podría estar englobado en las categorías anteriores, pero vaya!) parece haber merecido un capítulo aparte. Es sabido que las vanguardias del pasado siglo aportaron otras visiones al concepto clásico de lo que es arte, desmarcándose de ese concepto de belleza que parecía presidir el mundo de las artes. Esto podría ser tema para debatir largo y tendido... empezando por definir conceptos de lo más subjetivo, por ejemplo, el de belleza. Los griegos lo entendieron como un concepto universal, creyendo que la percepción de la belleza era común a todas las personas (y se me ocurre pensar en el asunto de las proporciones áureas que, curiosamente, parecen funcionar muy bien... ¡qué cosas!). Tenía su sentido, si se tiene en cuenta que el número Φ está presente en tantos procesos de la naturaleza. A quien le interese, le recomiendo encarecidamente la lectura del libro de Matila C. Ghyka: El número de oro.

Este exordio no es más que un poner la alfombra para pasar ahora a comentar que, esta semana, se entregaron (en la ciudad en la que suelo amanecer a diario) las Medallas de Bellas Artes. El acto tuvo lugar en el Teatro Colón de A Coruña, con la presencia de los reyes de España (Juan Carlos fue quien entregó las medallas), el ministro de Cultura, el presidente de la Xunta de Galicia y el alcalde de la ciudad, como personalidades más destacadas. Se entregaron medallas a 20 artistas. Por más que le doy vueltas a la lista de galardonados no me salen 20. Pero qué sabré yo, que no estuve presente... Lo cierto es que me da lo mismo 20 que 18 ó 22. He prestado más atención a la distribución de los premiados según sus campos artísticos:
6 de la MÚSICA (y TEATRO): un director de orquesta, una cantante de ópera, una cantante pop-rock, un musicólogo, una pianista y un actor de teatro.
4 del CINE: un actor y director, un director y productor, un director y guionista y una actriz.
2 de la DANZA: una artista circense (considerémosla en esta categoría) y una bailarina y coreógrafa.
2 de la LITERATURA: un historiador y un escritor y guionista de cine (éste, a caballo con el CINE).
1 de la PINTURA: una galerista (aunque más asociada a la fotografía y las artes visuales).
1 de la ESCULTURA: una asociación de alfareros (sí, voy a incluir la cerámica en ESCULTURA).
...y, para terminar, un grupo heterogéneo de galardonados, hasta el total de 20 ó los que sean, que no estarían metidos de lleno en ninguna de las Bellas Artes, pero que se han llevado medalla de todas formas: una restauradora (gastronómica, quiero decir), un diseñador de ropa, la Brigada de Patrimonio Histórico de la Policía Nacional y el Grupo de Patrimonio Histórico de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil, la Fundación Telefónica (se dice que por su implantación de nuevas tecnologías... ¿¿¿???) y, por último, ¡¡un torero!!

Pues nada. Conclusiones: Lo primero, felicitarnos al colectivo de pringados que no hemos aportado ni un elemento al evento-recogida de medallas de las Bellas Artes. Me refiero a los arquitectos, por supuesto. Si es que parece ser que lo nuestro cada vez tiene que ver menos con el arte... Igual que el cine y la música, claro (puras industrias). Pero veo que aún hay niveles y niveles. En realidad, esta ausencia de arquitectos no me ha incomodado demasiado. Lo que hace que me suba por las paredes es que le den una Medalla de Bellas Artes a un torero. ¿Arte? ¿Maltratar a un animal, ensañándose hasta la muerte, se considera un arte? ¿una Bella Arte? Vamos, hombre. Ningún tipo de maltrato ni sacrificio cruento debe ser considerado un arte. Y, salvando diferencias (por supuesto), cuando hablo de maltrato me horroriza casi por igual pensar en un ser humano ensañándose contra otro ser humano o contra cualquier otro animal. Coñes, que somos compañeros de viaje cósmico en esta nave a la que llamamos planeta Tierra. Y ya que somos la especie más inteligente, tenemos la obligación de ejercer un cuidado y protección especial sobre el resto de especies de este trozo de roca errante en la inmensidad del espacio. Pero ya veo que nada de eso: a tortas con todo lo que se mueva. Y, ya el colmo, dando espectáculo. A mí me resulta vomitivo.

Hace unos meses, me habían enviado un e-mail para tratar de detener las actividades de un supuesto "artista" de cuyo nombre ni me acuerdo ni quiero acordarme, que tuvo la brillante idea de exhibir la agonía de un pobre perro apresado por una correa y al que dejaba morirse de hambre en la misma galería donde se exponía tan excelsa obra de arte. Una muerte en directo. El tema de fondo de la obra me había parecido interesante, pero la forma de exponer ese tema era tan repulsiva que se perdía todo su contenido. Con el envío masivo de correos se trataba de recoger firmas para producir algún tipo de presión en contra de semejante barbarie. Espero que este tipo de payasadas (y que me perdonen todos los payasos del mundo, que al final siempre cargan con este sambenito) se terminen de una maldita vez y lleguemos a ser más respetuosos con toda forma de vida. Sé que estamos muy lejos: volcamos nuestro odio hacia todo bicho viviente, ya sea bípedo, cuadrúpedo, alado o qué se yo. Pero, caramba, pensemos un poco... ¿No es posible empezar por dar muerte a lo que sí debe morir? Dejemos que las peores tradiciones del género humano perezcan de inanición a fuerza de no alimentarlas nunca más. Y, a cambio, alimentemos otras que sí merezca la pena mantener porque son las que ayudan a que aflore lo mejor de nuestra especie.

No es que sea iluso. Sólo que me gustaría conocer un mundo mejor.

Por cierto, behemot es una palabra hebrea que, a pesar de ser idéntica al plural de otra que significa 'ganado' (o 'animales cuadrúpedos', en general), se asocia en particular al nombre del hipopótamo en egipcio: pe-eja-mut (o “toro de agua”). Es utilizada para nombrar a este género de mastodontes.

domingo, 12 de octubre de 2008

mentiras mediáticas

(54ª parada)
“Poned a prueba todas las cosas y quedaos con lo que resulte ser bueno”.
(1ª Epístola de San Pablo a los Tesalonicenses, cap. 5: 21)

En el baile pendular en que nos movemos continuamente, pasamos de la mecánica de Newton a la mecánica cuántica, del blanco y negro a todas las escalas de grises, de un hombre a imagen y semejanza de Dios a un dios a imagen y semejanza del hombre, de las verdades absolutas a las verdades relativas, de la represión al libertinaje, del oscurantismo a la ilustración... y así, hasta el infinito de las cosas que el género humano es capaz de abarcar. Pero hay algo que no cambia: siempre ha sido un mal asunto para los débiles. Porque, o se dejan arrastrar (¡qué remedio!) por la corriente de los poderosos, los astutos, los aventajados, que les han impuesto su verdad con paternalismo o bajo amenazas, o se topan en la más absoluta ausencia de referencias a las que agarrarse (al menos, en apariencia... porque esto nunca se cumple). Lo siento por ellos (¿ellos? ¿nosotros? ¿vosotros?), porque siempre danzarán al ritmo que marque la batuta de los que dirigen el cotarro.

Preocupante es el poco análisis que se hace de las cosas. Análisis riguroso, honesto y libre de manipulaciones, quiero decir. Hoy en día, se eligen las fuentes que más convienen a cada cual. A la carta. El que diga lo que quiero oír, lo que creo que me conviene o me favorece, ése se convertirá en mi guía. Recuerdo esas veces en que se avisa a la audiencia, ante la emisión de escenas consideradas poco soportables por los que todavía conservan algo de estómago: Lo que les vamos a mostrar a continuación puede herir su sensibilidad. En fin, una de las cosas que más está hiriendo la sensibilidad de las personas es la verdad. Se hace insoportable. Tanto tiempo viviendo sobre la alfombra de las propias convicciones hace que miremos con mucho desagrado a quien intente pegar un tirón de esa alfombra que está bajo nuestros pies. No consentimos que nadie nos haga perder el cómodo equilibrio en el que vivimos, por culpa de sus verdades. Por eso, en ámbitos como el periodismo, la política, la religión ¡e incluso la ciencia, aunque cueste creerlo! ya se decide qué se puede presentar como verdad y qué no se puede presentar bajo esa etiqueta. Al final, qué caramba, si todo es relativo y vivimos en esta sopa cuántica, qué importa qué es verdad y qué no lo es. Dependerá del color del cristal con el que se mire. En esto estamos. Hemos pasado de la censura pura-y-dura de antaño a la otra censura, más refinada e igual de perversa, que nos filtra los hechos para que asumamos que su verdad es la verdad. Es cuestión de elección, nada más.

Una última cosa: ¿se puede justificar una mentira que sirva para revertir una situación injusta? Plantea un debate moral interesante. Pero ¿y si es la mentira la que hace que esa situación se vea como más injusta de lo que pueda ser en realidad? Esto ya es jugar con fuego. Para los que estén a cuadros, les diré que me había propuesto que NUNCA en mi blog me metería en un asunto tan turbulento como el siguiente, en el que (como cada hijo de vecina) tengo mi verdad, pero que entiendo que es un tema gravísimo que no se está abordando desde la razón, sino más bien desde la pasión, negando la posibilidad de soluciones. Y a pesar de todo, es que ya estoy hasta los mismísimos, con perdón. Odio a los mentirosos en sus versiones más retorcidas: a los manipuladores, a los chantajistas emocionales, a los que se sirven de la mentira para salir de rositas de los embolados que ellos mismos suelen organizar, a los que dan vuelta a tortillas mintiendo y fuerzan a una división del mundo en partidarios y enemigos. Si no se puede decir la verdad, se calla uno y listo.

Así que, aviso: lo que usted vea o lea a continuación (y me refiero a los enlaces que propongo) puede herir gravemente su sensibilidad. Cuando el fingimiento llega al extremo de la ficción cinematográfica, es normal que se le haya puesto el término de [Pallywood] (en evidente referencia a Hollywood), que se hayan sacado a la luz vídeos como [éste] y [éste], o que se escriban cosas como [éstas].

Nunca me gustó la frase: “Yo estoy en posesión de la verdad”. Siempre preferí que fuera la verdad la que me poseyera a mí. Pero esto no es nada fácil. Hay que ganárselo con mucho esfuerzo.

martes, 7 de octubre de 2008

walden

(53ª parada)
“Solamente esto encontré: que Dios hizo al hombre perfecto, pero ellos se buscaron muchas complicaciones”.

(Sefer Kohelet, cap. 7: 29)

"¿Qué te llevarías a una isla desierta?" La típica-hipotética pregunta que hemos escuchado o nos han hecho en más de una ocasión, con la intención de que organicemos (de alguna manera) nuestras prioridades acerca de nuestras posesiones. Pero rara vez escucho esta otra pregunta: "¿Qué NO te llevarías a una isla desierta?"
En fin, que las preguntillas de marras me inducen a una doble reflexión. Por un lado, pienso en la cantidad de cosas: objetos, enseres, costumbres, asuntos, conceptos... que vamos arrastrando los seres humanos y que, en ocasiones, ni nos planteamos si son realmente importantes, necesarias o, por el contrario, completamente superfluas o incluso inconvenientes y perjudiciales... ¡pero ahí siguen con nosotros! Por otro lado, me pregunto por esa necesidad expresada del aislamiento o la soledad a la hora de tomar ese tipo de decisiones que supongan una criba. El aislamiento... ese acto tan extraño para un animal político (en el sentido aristotélico) pero a la vez tan natural en un individuo, con identidad única e intransferible.
Me vienen a la cabeza, además, los aislamientos forzados. Hace poco hablé del encarcelado Fray Luis de León. Y también me acuerdo del ficticio Robinson Crusoe, de la novela homónima de Daniel Defoe, publicada en 1719. Y, aunque digo ficticio, se comenta que la novela está inspirada en hechos reales ocurridos a otros marinos, Pedro Serrano y Alexander Selkirk. Por más interesante que me parezca comentar aspectos de esta obra literaria (por ejemplo: la visión del colonialismo británico que arroja, según James Joyce; el ser un símbolo del puritanismo de la época; la alegoría que encierra de la propia vida de Defoe, del hombre que se hace a sí mismo partiendo de una situación de calamidad; o incluso la muestra de la desnudez e impotencia humana ante la naturaleza y sus terribles fuerzas y la titánica lucha del hombre para tratar de controlar esas fuerzas y crear su espacio habitable, como lo ha hecho a lo largo de la historia a través de la técnica y la cultura), no me voy a centrar en estos aislamientos obligatorios o por accidente, sino en los que han sido buscados deliberadamente. Y me sobrarían ejemplos...

Ya puesto a elegir, hay tres casos relativamente recientes que se me ocurren y que parecen responder a esas preguntas: ¿qué te llevarías y qué no te llevarías...?
Curioso el caso de Lev Tolstoi. El que llegaría a ser el gran escritor realista que nos dejó Guerra y Paz, Anna Karenina, Los Cosacos, etc., atravesó un periodo de enorme indecisión durante su juventud que le llevó al campo de batalla en el Cáucaso, en los años de la guerra entre Rusia y Turquía. Hasta allí viajó escapando de deudas de juego y animado por su hermano Nikolai, teniente de artillería, quien le insistió para que le acompañara. Con el tiempo, de vuelta a San Petersburgo, se topa con el fuerte contraste entre la vida de sacrificios y actos heroicos de sus días en Crimea (relatados en Sebastopol) y la vida frívola y vacía en la ciudad del Báltico. La percepción de este contraste es como una toma de consciencia que marca el devenir de Tolstoi. Se le ha considerado un cristiano libertario que tuvo gran influencia en el desarrollo del pensamiento anarquista. Uno de los puntos centrales de la visión del cristianismo de Tolstoi es el concepto de resistencia no violenta que transmitió a Mohandas Gandhi, como se deduce de la extensa correspondencia que ambos mantuvieron. También fue precursor del naturismo libertario. Defendió el vegetarianismo a toda costa, por entender que es inmoral quitarle la vida a otro animal para alimentarse. Tolstoi decía que alimentarse de carne es un vestigio del primitivismo más grande y que el paso al vegetarianismo es la primera consecuencia natural de la ilustración. Practicó lo que creía: que la ley fundamental de la vida es el amor, y en sus últimos años y tras varias crisis espirituales se convirtió en una persona profundamente religiosa (aunque contrario a las instituciones eclesiásticas, por lo que fue excomulgado) y altruista. La contradicción patente entre la existencia lujosa que llevaba y su ideología le llevó a abandonar San Petersburgo para mezclarse con los campesinos de Yasnaia Poliana, su aldea natal y donde se había criado. Allí vivió dedicado al oficio de zapatero y también fue profesor, autor y editor de los libros de texto que estudiaban los hijos de los campesinos de la aldea, en la escuela que él mismo fundó. Allí aplicaba una pedagogía libertaria, cuyos principios fundamentales se basaban en el respeto a ellos mismos y a sus semejantes. Tolstoi intentó renunciar a sus propiedades para entregarlas a los más pobres, pero su familia se lo impidió. Tolstoi murió a causa de la neumonía en Astapovo, el 20 de noviembre de 1910, en la estación ferroviaria, tratando de huir de su casa. Parece que a Tolstoi le sobraban demasiadas cosas como para llevárselas a una isla desierta.

Seguro que Grigori (“Grisha”) Perelman no se llevaría a la isla ni las envidias, ni las ambiciones, ni el ansia de gloria, fama y riqueza que parece imperar en nuestra sociedad. El genial matemático ruso de origen judío (a principios de los 80, su C.I. era el más elevado de todos los miembros de la organización Mensa), nacido el 13 de junio de 1966, dedicó ocho años de su vida a desarrollar en solitario la solución a la conjetura de Poincaré (propuesta en 1904, es uno de los siete problemas matemáticos fundamentales y el problema abierto más famoso de la topología, cuya resolución es premiada con un millón de dólares por el Instituto de Matemáticas Clay de Cambridge). Al demostrar la conjetura de geometrización de Thurston, resolvió afirmativamente la famosa conjetura de Poincaré. Después de dos años de reticencias y comprobaciones, la comunidad científica no encontró fallos en el planteamiento, lo que convirtió la mencionada conjetura en un teorema y a Perelman en ganador de la Medalla Fields (ese equivalente de los premios Nobel en matemáticas, que se concede cada cuatro años) por “sus contribuciones a la geometría y sus ideas revolucionarias en la estructura analítica y geométrica del flujo de Ricci”. Costaría explicar en términos sencillos en qué consiste el teorema demostrado por Perelman, pero basta con decir que la importancia de este logro es que podría ayudar a comprender la forma del cosmos o a catalogar todas las formas tridimensionales del universo. Recibir la Medalla Fields le habría permitido, además, reivindicar el premio del millón de dólares del Instituto de Matamáticas Clay. Pero el asunto fue sonado, porque Perelman rechazó tanto el galardón como la pasta. En España tuvo cierta repercusión, puesto que aquel 22 de agosto de 2006, la ceremonia de entrega de la Medalla Fields tenía lugar en Madrid, en el seno de un Congreso de Matemáticas. Grisha estaba profundamente disgustado con la comunidad de matemáticos y muy decepcionado con la práctica de investigación secreta y recelosa de sus compañeros. A tal punto, que aun hoy en día se niega a tener algún tipo de relación con ellos. El chasco de Perelman puede tener su origen o haberse visto agravado por su generosidad y confianza al haber publicado su trabajo en internet. Dos matemáticos chinos, Xi-Ping Zhu y Huai-Dong Cao, alegaron haber resuelto la conjetura, pero posteriormente fueron acusados de clonar la fórmula desde la web. Sin embargo, Perelman publicó un artículo en The New Yorker mostrando su decepción por los estándares éticos en el campo de las matemáticas y se refiere, en particular, a los esfuerzos del también medallista Fields Shing-Tung Yau por aminorar el papel de Grisha en la demostración y exaltar el trabajo de Zhu y Cao. Se intentó resolver la polémica con la concesión del prestigioso premio al matemático ruso, pero Perelman siguió rechazando la medalla, por más que sir John Ball (presidente de la Unión Matemática Internacional) se pasara tres días en San Petersburgo tratando de persuadirle para que aceptara. Grisha insiste en que le basta con el reconocimiento de la validez de su trabajo y con el beneficio para la ciencia que esto supone. El profesor Marcus du Sautoy, de la Universidad de Oxford, insiste en esa idea: "Se ha aislado de cierta manera de la comunidad matemática. Se ha desilusionado de las matemáticas, lo cual es muy lamentable. No está interesado en el dinero. El gran premio para él es demostrar su teorema". En la actualidad, Grigori Perelman está retirado de las matemáticas. No se las ha llevado a su isla desierta, a su humilde retiro en las afueras de San Petersburgo, donde vive cuidando a su madre en un modesto apartamento.

Y ya llego al tercero de los viajeros a islas desiertas, a Henry David Thoreau, considerado uno de los padres de la literatura norteamericana. Este escritor y filósofo anarquista de Concord (Massachusetts) fue agrimensor, naturalista, conferenciante y fabricante de lápices. Se le considera uno de los pioneros de la ecología y de la ética medioambiental. También es conceptualizador de las prácticas de desobediencia civil y su ensayo La desobediencia civil, donde propone ideas como el pacifismo y la no violencia, fue de gran influencia en Tolstoi y Gandhi. También Luther King expresó abiertamente su admiración a Thoreau, quien había sido condenado a prisión durante unos días por negarse a pagar impuestos debido a su oposición a la guerra contra Méjico y a la persistencia de la esclavitud en su país. Me gustaría destacar un experimento que llevó a cabo durante un poco más de dos años (del 4 de julio de 1845 al 6 de septiembre de 1847) y que consistió en retirarse a la vida en la naturaleza, en los bosques próximos a Walden Pond. De aquella experiencia nos queda su libro (recomendable lectura) de 1854 titulado Walden (Walden, la vida en los bosques), a manera de respuesta a esas insignificantes preguntas con las que comencé este escrito.
Dejo a continuación un fragmento del texto de Thoreau.

La superficie de la tierra es blanda y en ella se imprimen las pisadas humanas; y lo mismo sucede con los caminitos que recorre la mente. ¡Cuán estropeadas y polvorientas deben de estar, pues, las grandes carreteras del mundo y cuán profundas las huellas que dejan en ellas la tradición y el conformismo! No quiero tomar pasaje de camarote, sino más bien ir delante del mástil, sobre la cubierta del mundo, porque desde allí podré divisar mejor la luz lunar entre las montañas. Ya no deseo viajar abajo.
Con mi experimento aprendí al menos que si uno avanza confiado en la dirección de sus ensueños y acomete la vida que se ha imaginado para sí, hallará un éxito inesperado en sus horas comunes. Dejará atrás algunas cosas, cruzará una invisible frontera; unas leyes nuevas, universales y más liberales, principiarán a regir por sí mismas dentro y alrededor de él; o las viejas leyes se expandirán y serán interpretadas en beneficio suyo en un sentido más generoso, y vivirá con el permiso de seres pertenecientes a un orden más elevado. En la proporción en que haga más sencilla su vida, le parecerán menos complicadas las leyes del universo y la soledad no será soledad, ni la pobreza será pobreza, ni la debilidad será debilidad. Si uno ha construido castillos en el aire, su tarea no se perderá; porque ahí están bien edificados. Que tan sólo ponga ahora los cimientos bajo esos castillos. (...)
¿Por qué hemos de tener una prisa tan grande en triunfar, y en empresas tan desesperadas? Si un hombre no marcha a igual paso que sus compañeros, puede que eso se deba a que escuche un tambor diferente. Que camine al ritmo de la música que oye, aunque sea lenta y remota. No importa que madure con la rapidez del manzano o del roble. ¿Cambiará él su primavera en estío? Si todavía no existe la coyuntura de las cosas para las que fuimos creados, ¿con qué realidad las reemplazaríamos? No debemos encallar en una realidad hueca. ¿Construiremos con trabajo un cielo de vidrio azul sobre nosotros, para que cuando esté hecho nos afanemos en contemplar, más lejos y arriba, el verdadero cielo etéreo, como si no existiera el anterior?
Por menguada que sea tu vida, enfréntala y vívela; no la esquives, ni le apliques rudos apelativos.

martes, 30 de septiembre de 2008

idealistas, irrealistas, ilusos y otras hierbas

(52ª parada)
"Su tierra está llena de ídolos, se postran ante las obras de sus manos y ante lo que fabrican sus dedos".
(Libro del profeta Isaías, cap. 2: 8)

Hay una de esas extrañas catalogaciones que consiste en que frente a los idealistas se sitúa a los realistas, y viceversa. En ocasiones, lo difícil es llegar a determinar quién es quién. Me explico: si llamo a alguien idealista porque se esfuerza de veras en lograr un mundo mejor, ¿puedo llamar realista a quien se conforma con mantener el statu quo? Es más: ¿es realista pensar que este mundo puede seguir rodando y rodando indefinidamente tal como están las cosas? Pues, sinceramente, yo creo que no. Cada cierto tiempo estalla la revolución. Es inevitable. ¿Quién es entonces el realista? En tal caso, ¿podría considerarse que este tipo de realistas son, más bien, ilusos?
Bueno, ya hace tiempo que me cansé de que me traten de utópico e idealista. Después de lo dicho en el párrafo precedente, me parece un juicio muy a la ligera. Además, para nada estoy en la línea de aquellos socialistas utópicos de los siglos XVIII y XIX, los Robert Owen, Charles Fourier y otros como ellos, que cometieron el craso error (¡panda de ilusos!) de creer que el hombre es bueno por naturaleza. Nada de eso. No hay más que mirar alrededor para darse cuenta de que es todo lo contrario. Otra cosa es que existan quienes hayan sabido adiestrarse en senderos de bondad. Y menos mal que el mundo cuenta con muchos ejemplares de este tipo. Pero las cabras acaban tirando al monte ...y los cabritos ni te cuento!!

Si tienes unos 20 minutos libres, te recomiendo que eches un vistazo a este vídeo en 3 partes (están en versión original y con subtítulos, pero también dejo otros links: El vídeo completo en versión original procede de [AQ], mientras que una versión doblada en castellano y en una sola pieza se puede encontrar, por ejemplo, [AQ]) y saques tus propias conclusiones al respecto.
El título del documental es THE STORY OF STUFF (La historia de las cosas) y está escrito y protagonizado por [Annie Leonard].


THE STORY OF STUFF parte 1 (de 3): 7'35''

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THE STORY OF STUFF parte 2 (de 3): 9'13''

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THE STORY OF STUFF parte 3 (de 3): 4'23''

domingo, 28 de septiembre de 2008

dicebamus hesterna die...

(retornando a este viaje)
“¿No ve él mis caminos, y cuenta cada uno de mis pasos?”

(Libro de Job, cap. 31: 4)

Con latines me fui y con latines vuelvo. La casi-que-archiconocida cita que se traduciría como un “Decíamos ayer...” o “Como decíamos ayer...” (aunque, más bien, la traducción correcta estaría próxima a algo así: “Como decíamos en días pasados...”) se atribuye a Fray Luis de León a quien, en el día de su retorno a la Universidad de Salamanca, quizás no se le ocurrieran otras palabras para comenzar su clase o quizás ya las hubiera ido imaginando en los días de añoranza de su cátedra salmantina. El fraile había tenido la ocurrente idea de traducir (sin autorización) del hebreo a una imberbe lengua castellana el libro bíblico del Cantar de los Cantares, con lo que la Gestapo del momento (es decir, la “Santa” Inquisición) se le echó encima al bueno de Fray Luis por tamaña desvergüenza. Vayan ustedes a saber por qué el texto bíblico ha sido tan prohibido y encerrado por la iglesia medieval, que consideraba pasable que se lo leyera en latín (aunque, ¡ojito, nada de formular interpretaciones!), pero ya era algo intolerable que se lo tradujera a una lengua que la gente común pudiera comprender. Imagino lo “peligroso” que puede ser el Cantar de los Cantares en versión popular... ¡Brrrrr, qué terrorífico! ¡Sexo en abierto para el pueblo llano!
En fin, que el proceso se fue alargando más de lo necesario y la bromita le costó a Fray Luis la friolera de cinco años en el dique seco. Y entre rejas del 27 de mayo de 1572 al 7 de diciembre de 1576. Finalmente, el día 30 fue recibido triunfalmente en Salamanca y la Universidad le concedió una cátedra de Escritura (había sido anteriormente catedrático de Teología), de la que tomó posesión iniciando sus explicaciones con la célebre frase, un 26 de enero de 1577.
Parece ser que en una de las paredes del calabozo del Santo Oficio apareció escrita esta décima, que vaya usted a saber quién será el autor (sí, seguro que es ése en quien se está pensando):

Aquí la envidia y mentira
me tuvieron encerrado.
¡Dichoso el humilde estado
del sabio que se retira
de aqueste mundo malvado,
y, con pobre mesa y casa,
en el campo deleitoso,
con sólo Dios se compasa
y a solas su vida pasa,
ni envidiado, ni envidioso!


Aquí, el que escribe no ha estado traduciendo Cantares, ni apresado por la policía de ningún signo político ni religioso, y ¡qué rayos! tampoco he estado tanto tiempo fuera... apenas dos meses y medio. Ha sido una ausencia bien aprovechada, pero ya caerá alguna pincelada algún otro día. Hoy, ya no.
Por el momento, he estado quitando las telarañas que se han ido formando en los rincones del blog, limpiando la capa de polvo que se ha ido depositando por doquier y tratando de hacer un balance de daños ocurridos en estos días de distancia. De momento, me doy cuenta de las despedidas definitivas (eso parecen) de Ybris y de Tormenta, y de la invasión del blog de Chalá perdía, que es como otra desaparición. Por otra parte, Nerea, P, sib, Álvaro y fesnan siguen sin escribir nada de nada desde antes de mi partida. Espero que todo les vaya bien y que, simplemente, estén de temporal descanso bloguero. Ya me iré poniendo al día.

Agradezco mucho los comentarios que habéis ido dejando en el blog. Perdonad si no he respondido... lo que pasa es que no estaba. Y también gracias a quienes se han acordado de mi cumple (por eso de las Perseidas) y me han felicitado. Ya he llegado a la edad patito. Lo digo por lo de cuá-cuá: cuasi-cuarentena (es decir, 39). Y porque sí y porque me apetece, me dedico este vídeo de unos paisanazos de mi patria chica que cantan algo como si me estuvieran leyendo el pensamiento.

martes, 15 de julio de 2008

quod erat demonstrandum

(buscando, sin éxito, algo que dejé en la salida)

Me ha costado un año, pero puedo decir que algo queda demostrado. Y no es un teorema. Cada generación científica se agarra tanto a las imágenes que ha producido que suele acabar siendo víctima de su propia "imaginería". Durante la Edad Media, la repetición sistemática de grabados y figuras con una Tierra plana cual bandeja de camarero, en medio del universo, y con océanos que se despeñan en abismos situados al borde, fue un serio obstáculo para que se produjera un progreso en la concepción del cosmos. La etapa darwiniana ha dejado sus ilustraciones del simio enderezando el espinazo a la vez que va perdiendo pelo. El club de los Copérnico, Kepler, Brahe, Galileo and company nos legaron sus figuras del sistema solar como una pista de atletismo o un circuito de carreras en torno al Sol, con sus planetas moviéndose en órbitas elípticas perfectamente cerradas ...con salida y meta en un mismo punto. En estos años de Hawking, son más propios los dibujos de un universo en una cáscara de nuez, con un punto central de fragorosa explosión a partir del cual todo se expande...
Bueno, pues creo que todo lo anterior no son más que simplificaciones de este universo en el que vivimos, con su dosis de cierto y su dosis de falso, sobre todo porque (¡reconozcámoslo de una vez!) muchas de esas imágenes se han elaborado a partir de conjeturas, teorías, especulaciones, iluminaciones de iluminados... pero no de pruebas o hechos demostrados. ¡Ay, los científicos jamás concebirían un cosmos que cantara "antes muerto que sencillo"...! Pero una cosa es que sea sencillo (que seguro que lo es y más de lo que suponemos) y otra muy distinta es que sea simple o incluso simplón como aparece en algún dibujete. Y ¡qué difícil es dibujar su complejidad real (que, en primer lugar, habría que conocer) o llegar a resumirla en alguna ley física, fórmula matemática ...o lo que sea!

En fin... al grano (que cuando me pongo nervioso, y la ocasión es para estarlo, no paro de largar): lo que hace que cada momento sea único es que la trama espacio-temporal en la que estamos situados sólo permite nuestra presencia en uno de sus puntos sólo un instante. Y nada más. Nunca otra vez en el mismo sitio. La prueba es que no hay órbitas cerradas, aunque así se hayan representado. No se puede repetir una posición: cuando volvemos al "mismo lugar" (por ejemplo, a casa al final de la jornada), nunca volvemos a estar en el "mismo lugar", a pesar de que nuestra sensación sea ésta.
Se cumple precisamente hoy un año desde que empecé a escribir este blog (con dos plantillas usadas, un montón de cabeceras, pero una sola imagen de perfil; 51 paradas y un total de 61 entradas, incluyendo ésta). Allí, en la salida, fui un poco lento al comenzar la marcha, inspirado en una conocida fábula de Esopo. Un asunto de liebres y tortugas. Dejé esa página del libro de fábulas pegada en la línea de salida con la intención de que, al verla en mi primer paso por meta, completada la primera vuelta del viaje, me recordara ese asunto pendiente entre quelonios y lepóridos. Pero aquí no hay ni página de libro, ni línea de salida, ni nada de lo que debería haber... sólo el camino, nada más. Y ni siquiera es un circuito al que dar vueltas. Resulta que el Sol, en su desplazamiento por el espacio, ha ido arrastrando la órbita de nuestro planeta convirtiendo la elipse cerrada de los dibujos en una hélice abierta que impide que jamás volvamos a estar en un sitio por el que ya hemos pasado una vez... ¡caprichos del espacio-tiempo!

Y todo este rollazo para decir dos cosas. Una: que cada momento es extremadamente precioso (¡y a ti te estoy haciendo perder el tiempo de mala manera con mis tonterías! :D). Y dos: ¡que estoy de aniversario bloguero! Espero que estas dos noticias amortigüen el efecto de la tercera que traigo medio camuflada, porque me cuesta más lanzarla...
Bueno, pues... esto... que el próximo fin de semana no habrá parada en el viaje de raindrop... ni el siguiente... ni el siguiente... en fin, hasta no sé cuándo. No se trata de vacaciones. Hago una desconexión indefinida por otros motivos. La palabra desconexión me genera un doble interrogante en la cabeza. Me explico: sé lo que me costará desconectar y también sé lo que costará volver a conectar después de un tiempo. Es un curioso balance entre hábitos y cariño. Aunque no siga en la blogosfera durante una temporada, me costará dejar de pensar en todos y cada uno de los amigos y amigas con los que he compartido tanto. Me apena ser consciente de la cantidad de cosas que me voy a perder y de lo que me costará ponerme al día a la vuelta. Ésta es la forma que tenemos de ir conociéndonos y ¿qué pasará con vosotros después del apagón? No podré saberlo. Os voy a echar mucho de menos.

A propósito de conocernos: después de un año, creo que ya va siendo hora de presentarme a letra descubierta. Aquí dejo algo manuscrito, recién salido del horno (click sobre la imagen para verla grandecita). Sé que es más fácil (y queda más legible) teclear y pulsar enter que escribir en papel con bolígrafo, escanear y luego publicar la imagen. Pero esto también me ha impedido ser más fiel a mi propio estilo. Generalmente, mis papeles están siempre más llenos de dibujos, croquis, garabatos y líneas que de letras.
También, respecto al hecho de conocerse, tengo que decir que suelo pensar en el principio de incertidumbre. Cuando Werner Heisenberg formuló este principio, se refería a la imposibilidad de medir simultáneamente de forma precisa la posición y el momento lineal de una partícula. Pero ya que los físicos andan tan preocupados con eso de encontrar la teoría definitiva que unifique todas las fuerzas del universo, ¿por qué no incluir también esa fuerza tan poderosa que actúa en las relaciones entre las personas y que es el amor? El principio de incertidumbre viene a decir, en términos de andar por casa, que simplemente al observar un fenómeno ya lo estamos alterando inevitablemente. Así que es difícil hacerse una idea de cómo son las cosas porque siempre nos queda la duda de si serían iguales si no las estuviéramos viendo. O el típico acertijo zen: ¿Hace ruido un árbol que cae en el bosque sin que haya nadie que pueda escucharlo? (¡hala, ahí queda eso! ;D). Y ¿qué sucede con las personas? Cuando nos conocemos, al interactuar, también vamos cambiando. Nos hacemos un poquito diferentes. Quizás no lo notemos, pero es así. Dos personas que conviven juntas, cada vez son más semejantes. A mí, esto me parece algo grandioso: vosotros me habéis permitido entrar en una parte de vuestros espacios vitales (en un blog se vierten cosas de lo que uno es) y os lo agradezco de corazón. Me ha ayudado. Y sería bueno saber que mi presencia aquí también ha sido de provecho para vosotros.
Recuerdo en la película Mejor imposible (As good as it gets) la escena en que la camarera (Helen Hunt) del restaurante que frecuenta el escritor protagonista (Jack Nicholson), bastante cansada ya del carácter intratable y demás manías de éste, le pide que le diga un buen piropo. Y aquí el prota se esmera porque el tío le suelta el mayor de todos los piropos que se pueden decir ("la madre de todos los piropos", como hubiera dicho quien ya sabéis). Es, sin duda, el piropo que me encantaría que me dijeran a mí, siempre que fuera de verdad de la buena, claro. Es algo así: Tú haces que yo quiera ser mejor persona.

Insisto: esto no es una despedida. Cuando se supera el punto sin retorno, ya no hay posibilidad de retirada. Uno siente que (no importa cuál sea la distancia que quede por recorrer) se está más próximo a la meta que a la salida. Y ya no se piensa en dar marcha atrás. Además, raindrop es una tortuga de largo recorrido, que no se conformaría con un solo año de viaje. Pero, ahora, llega el momento de transitar por otros senderos en los que no hay áreas de descanso, como en close2u, para compartir unos instantes en la buena compañía de los nudos extraordinarios de la red. Un día de éstos, volveré al camino principal para seguir practicando el principio de incertidumbre con todos vosotros. Hasta que llegue ese día (aunque seguiré contestando comentarios hasta el viernes) dejo este vídeo que es como un metafórico resumen audiovisual en casi cuatro minutos de lo que puede ser un viaje con sus paradas.

Hasta pronto
(sigo viajando)