jueves, 31 de enero de 2008

regalos de amigos

(26ª parada)
"(...) habéis recibido gratis tantas cosas, entonces dad también sin esperar pago por ello".
(Evangelio según San Mateo, cap. 10: 8)

Una palabra que tengo bajo sospecha es "mérito". Simplemente, porque considero muy difícil (si no imposible) evaluar correctamente el verdadero valor de los actos de una persona. Y qué decir cuando se trata de comparar los de una persona con los de otra... ¡Dífícil tarea la de un juez o la de los miembros de un jurado! Recuerdo haber participado en concursos y, haya ganado o no, casi nunca he quedado satisfecho con el resultado (siempre me he preguntado: ¿por qué le llaman fallo?): bien porque pensaba que merecía mejor resultado y no lo he obtenido, bien porque me ha parecido excesivo en relación con otros concurrentes. La palabra "mérito" suele arrastar detrás de sí otra palabra: "premio". Bueno, pues lo que pienso de "mérito", también lo pienso de "premio", que (a fin de cuentas) viene a ser un accidente del mérito.

No significa lo mismo, pero cambio "regalo" en lugar de "premio". Dar un regalo no es un pago por haber acumulado méritos. Es una gracia que se concede porque le parece bien a quien la da, porque el dador es gracioso y le sale sin más. Aunque es cosa de dos (uno que da y uno que recibe), el regalo "retrata" más a quien lo da que a quien lo recibe. Y sucede que acabo de recibir un regalo de un amigo. De un amigo que me ve con buenos ojos y por eso ha decidido poner en mi blog esta imagen que luzco con satisfacción. No ha sido cosa de méritos. Creo que éste no sería el enfoque correcto para su gesto.

Agradezco de todo corazón a mi amigo Álvaro, que desde su blog (La voz de Álvaro) me saluda con este obsequio. Gracias y recibe mi fuerte abrazo.

Uno de los requisitos para recibir este regalo era hacerlo extensivo a otros siete amigos, a otros siete blogs donde yo me encuentro tan a gusto como en el mío y por eso los visito con asiduidad. Como no se me da muy bien eso de alargar cadenas (hago excepción con los memes ...y eso que aún debo uno) voy a cambiar la forma del regalo. "Diz que até não é um mau blog" no me parece que represente bien lo que yo creo que estos blogs son para mí. Son mucho más que no-malos-blogs. Más bien, son blogs excelentes y así quiero hacérselo saber a mis amigos.
A ellos les pido que sigan regalando amistad, escribiendo (si lo desean) un post donde quede puesto:
- quién les hizo el regalo.
- en qué consiste ("por ser un blog excelente").
- la imagen que corresponde al regalo (la incrustada en este párrafo).
- con qué otros siete blogs se quiere compartir el regalo.
O lo que cada uno quiera innovar, que de eso se trata también. Es lo que hace vuestros blogs tan excelentes.

Tengo que elegir 7 blogs; pero esto no es un concurso (no voy a premiar por méritos). Al contrario, como ya he dicho antes, es un gesto de amistad. Simplemente elijo a 7 amigos, sabiendo que estos 7 elegirán a otros 7 cada uno y así sucesivamente. Entre los elegidos estarán otros amigos de los que ahora no me olvido, pero que quiero que sean recordados y mencionados también por otros amigos comunes. Así funciona una red de amigos.

Mis 7 blogs elegidos son:

¡alabada sea la vida porque está llena de cosas buenas! (blog de soloyo). ¿Qué se puede decir de un blog con semejante título? ¿Qué se puede sentir por su autora? Pues sí: un cariño inmenso.

tormenta... no me cuentes cuentos... (blog de tormenta). Este blog me ha acompañado en tantos momentos que lo siento entrelazado al mío. El otro día, dabas las gracias a tus lectores... ahora es a mí a quien le toca dártelas a ti.

el fabuloso destino de la srta. P (blog de mademoiselle P). Es difícil explicar la sensación que se tiene cuando lees tus pensamientos escritos por otra persona que no te conoce. Gracias P, me encanta leerte: es como leer lo que mi incapacidad me impide escribir.

bajando al mono (blog de susana). Casualmente, doblé una blogoesquina cualquiera y me encuentré con una impresionante artista total. Me gusta tu blog porque siempre me sorprende con algo que pone la quinta marcha en mi mente.

avellaneda (blog de avellaneda). Un blog imprescindible para respirar poesía de calidad. La que se lee, se oye, se huele, se palpa, se saborea... con todos los sentidos. Realmente bueno, tu blog.

ya tengo 30 (blog de nerea). Un cambio de década llevado con buen sentido del humor. Pasear por tu blog es para mí como un retorno a mi patria chica ...a veces un pequeño antídoto para la nostalgia.

carpe diem (blog de xiketä). En tu blog se respira la frescura del campo. Algo que los urbanitas no debiéramos olvidar jamás. Es un aliciente más para visitarte, que añado a los temas que planteas. Me gustan.

Gracias a todos. Los mencionados y también todos los demás que visito con frecuencia y que hacéis de la blogosfera un lugar tan entrañable.

domingo, 27 de enero de 2008

imperfecta perfección

(25ª parada)
"(...) el alma de Jonatán quedó ligada con la de David, y lo amó Jonatán como a sí mismo
(...) y pactaron una alianza Jonatán y David, porque se querían mucho".
(Libro 1º del profeta Samuel, cap. 18: 1,3)

Hace un tiempo decidí poner algo de orden con las cosas viejas que he ido acumulando en los últimos años y que ya no estoy usando. Entre ellas, cajas de cartón con cassettes de música que tanto me acompañaron en su día y que, ahora, han quedado olvidados al no haber superado la competencia con sus hermanos más jóvenes: el CD, el DVD, el MP3... Lógico: era una batalla perdida de antemano. Algunas cintas en particular han llegado a verse reflejadas en el espejo de sus hermanos CDs y han pasado el testigo de esta carrera de relevos con total naturalidad. Pero otras no han encontrado su pareja, por falta de medios, de interés... (¡quién sabe!). Ahora miro con algo de pena a las desterradas del registro musical. Ya no hacen otra cosa más que acumular polvo. Polvo de estrellas; pero polvo, a fin de cuentas... Y digo “polvo de estrellas” por ese extraño poder que tienen algunas canciones para funcionar como agujeros de gusano que te transportan a otro tiempo, a otro lugar. Un poder que actúa de forma muy diferente y a la vez muy parecida en cada persona. El asunto es que tenía en mi mano una cajita con el título Heartbeat city, del grupo The Cars y me doy cuenta de que no tiene correspondencia en disco compacto. Giro la caja y miro la lista de canciones... No había nada especial (lo que explica que no comprara el CD), excepto una: Drive. Y entonces, se abre el agujero de gusano y me transporta a otro lugar...

Hace veintitantos años, escuché por primera vez esta canción. Sin entender ni papa de la letra, sólo recuerdo que me había gustado bastante. Más adelante, comprendí el mensaje de la canción. Dejo aquí un enlace a YouTube para quien quiera escucharla: en este -Link- está el vídeo de la canción original de The Cars.
Pero también existe una versión de la canción, con aire reggae, a cargo de Ziggy Marley. Escuché esta versión por primera vez en la película 50 first dates (50 primeras citas), donde está perfectamente encajada.

Y aquí está la letra:

DRIVE
Who's gonna tell you when it's too late
who's gonna tell you things aren't so great
you can't go on thinking nothing's wrong
who's gonna drive you home tonight
who's gonna pick you up when you fall
who's gonna hang it up when you call
who's gonna pay attention to your dreams
who's gonna plug their ears when you scream
you can't go on thinking nothing's wrong
who's gonna drive you home tonight
who's gonna hold you down when you shake
who's gonna come around when you break
you can't go on thinking nothing's wrong
who's gonna drive you home tonight
oh, you know you can't go on thinking nothing's wrong
who's gonna drive you home tonight

(y una traducción, por si acaso)

¿Quién te dirá que ya es muy tarde?
¿Quién te dirá que las cosas no son tan buenas?
No puedes seguir pensando que nada va mal
¿Quién va a llevarte a casa esta noche?
¿Quién te recogerá cuando te caigas?
¿Quién te colgará cuando llames?
¿Quién le prestará atención a tus sueños?
¿Quién se tapará los oídos cuando tú grites?
No puedes seguir pensando que nada va mal
¿Quién va a llevarte a casa esta noche?
¿Quién te abrazará cuando tiembles?
¿Quién acudirá a ti cuando estalles?
No puedes seguir pensando que nada va mal
¿Quién va a llevarte a casa esta noche?
Oh, sabes que no puedes seguir pensando que nada va mal
¿quién te llevará a casa esta noche?


En la mollera-termomix de raindrop han ido dando vueltas estas palabras durante unos días (efectos del viaje espacio-temporal, supongo). Una coincidencia: en lo poco que llevamos de año, recuerdo que (por poner unos ejemplos, y así, 'en plan familia') en los blogs de soloyo (en este post), carmen (en este post) y xiketä (en este post) también se hablaba de amistad y de relaciones personales... ¿Por qué será que tantas antenas apuntan casi en una misma dirección?

Bueno, no quisiera ahora mezclar amistad con relaciones de pareja (aunque inconscientemente lo llevo haciendo desde el comienzo del post y seguro que termino igual...). Es muy similar; pero aunque creo que tu pareja debería ser tu mejor amigo (o amiga), no creo que tu mejor amigo (o amiga) tenga que ser tu pareja. Marcada la frontera (de esas maneras...), no considero necesario decir que Drive es una canción sobre una relación de pareja ...¡aunque con las mismas palabras podría estar hablando también de amistad! Ya vuelvo a las andadas.
¡Qué sorprendente es la magia de estas relaciones! Se parece a la construcción de algo perfecto utilizando materiales imperfectos, obtener lo mejor con medios no tan prometedores. Extraña suma, porque es una especie de 1+1 cuyo resultado es siempre mejor que un simple 2. Hasta cierto punto (cada cual conocerá casos, no se trata de establecer reglas generales), se toleran manías, se consienten defectos, se pasan por alto extravagancias, se perdonan locuras... A veces, incluso se llegan a amar manías, defectos, extravagancias y locuras.
En un capítulo del libro de John Gray “Los hombres son de Marte, las mujeres de Venus” (recomiendo su lectura por ser muy entretenido a la vez que instructivo), el autor enumera hasta 12 'clases de amor' y las clasifica de dos en dos, dando a entender las diferentes necesidades afectivas que existen entre un marciano y una venusiana. Según Gray:

Las mujeres necesitan recibir
1. CARIÑO
2. COMPRENSIÓN
3. RESPETO
4. DEVOCIÓN
5. VALORACIÓN
6. SEGURIDAD


Los hombres necesitan recibir
1. CONFIANZA
2. ACEPTACIÓN
3. APRECIACIÓN
4. ADMIRACIÓN
5. APROBACIÓN
6. ÁNIMO


...de manera que es preciso satisfacer una necesidad primaria antes de poder recibir y apreciar plenamente las otras clases de amor. Es una idea muy de Abraham Maslow (debo un post sobre Maslow desde el año pasado, no me he olvidado). Esto puede suponer que la relación funcione a pleno rendimiento si todo marcha de acuerdo a este intercambio o que, por el contrario, un depósito vacío de amor (no por falta absoluta de amor, sino porque no se ha recibido el del octanaje necesario) haga que el idilio se paralice.
Momento duro cuando te quedas parado, sin combustible. Se pierde la maravillosa suma y se disocia en devaluados sumandos. Ante el fin de lo perfecto, quedan las imperfecciones. Ésas que (posiblemente) tanto pudieron llegar a gustar a tu partenaire; pero que ahora, incluso magnificadas por la ausencia, sólo sirven para que te sientas fatal y que disminuya tu autoestima...
who's gonna drive you home tonight?

Para que quienes no somos nada más (¡y nada menos!) que amigos no nos sintamos algo 'discriminados' en este post, quiero dejar el siguiente mensajito (y ya me estoy pasando con Mafalda: dos en lo poco que llevamos de 2008, espero que me disculpéis):



(pinchando en la imagen, se verá más grandecita y se podrá leer sin tener que pasar luego por el oculista)





La confianza entre amigos es un don frágil construido sobre un cimiento inestable de instinto, sentimiento y esperanza. Sin ella, la vida se vuelve amarga y estéril. Desafiar un vínculo tan frágil es arriesgado. Sin embargo, a veces la confianza se fortalece si se pone a prueba. La verdadera incógnita es: ¿resistirá la prueba?

domingo, 20 de enero de 2008

un mesías de occidente en la guerra fría

(24ª parada)
"Procuraré con diligencia que, después de mi partida, podáis tener memoria de estas cosas en todo momento".
(2ª Epístola de San Pedro, cap. 1: 15)

Se le ha llamado “rey de los juegos” y “juego de reyes”. Términos como: defensa india de rey; gambito Evans; defensa Grünfeld; apertura inglesa, española; defensa francesa, Caro-Kann, nimzoindia, siciliana, Keres; gambito de dama declinado; variante Merano de la defensa semi-eslava, y un interminable etcétera son más o menos habituales en los comienzos de las recias batallas que tienen lugar en sesenta y cuatro escaques blancos y negros. Es ajedrez. Un juego complejo: se estima que con 64 casillas y un total de 32 piezas al inicio, el número de posibilidades que pueden lograrse (número de Shannon: 10^120) excede el número de átomos que se estima que existen en el universo (entre unos 4×10^78 a 6×10^79, por favor, que alguien me diga quién ha sido el 'sobrado' al que se le ha ocurrido contarlos).

Es un juego de guerra que se supone originario del valle del Indo, en el siglo VI de nuestra era. Entonces era chaturanga (o juego del ejército), para cuatro jugadores, pero rápidamente difundido por las rutas comerciales llegó a Persia, de ahí al imperio bizantino y se siguió extendiendo por toda Asia. Los árabes adoptaron este juego con gran entusiasmo, al punto que estudiaron y analizaron en profundidad sus mecanismos, escribieron numerosos tratados sobre ajedrez y desarrollaron el sistema de notación algebraica. El juego llegó a Europa entre los años 700 y 900, a través de la conquista musulmana de la península Ibérica.

Hay anécdotas curiosas de esta etapa. Por ejemplo, aquélla que nos cuenta cómo Ibn-Ammar (el amigo y consejero del rey-poeta taifa de Sevilla Almutamid), hombre muy inteligente y culto además de excelente rapsoda, fue enviado por su señor al campamento de Alfonso VI de Castilla, que había invadido el reino sevillano. Se presentó ante el castellano llevando un ajedrez con figuras de ébano y oro. Alfonso, gran aficionado a este juego, no pudo resistir el desafío del musulmán. Las condiciones de Ibn-Ammar fueron: se juega una partida y si gana Alfonso, suyo será el fantástico tablero con sus piezas; pero si el vencedor es el árabe, el rey cristiano deberá concederle una petición que le haga. Después de pensárselo un tiempo, Alfonso acepta y comienza la partida, que durará tres días. Al final, Ibn-Ammar da “jaque mate” (castellanizado de al-shah-mat, “el rey ha muerto”) y vence al sexto de los alfonsos. La petición fue: el castellano saldrá con sus tropas fuera de las fronteras de Almutamid y durante un año no podrá invadirlas. El rey Alfonso cumplió su palabra, dio la orden de retirada a sus tropas y durante un año no molestó a los sevillanos.

La expansión del ajedrez no conoce límites. En las excavaciones de una sepultura vikinga hallada en la costa sur de Bretaña se encontró un juego de ajedrez, y en la región francesa de los Vosgos se descubrieron unas piezas del siglo X, de origen escandinavo, que respondían al modelo árabe tradicional. Durante la Edad Media, fue en las penínsulas Ibérica e Itálica donde más se practicaba. Se jugaba de acuerdo con las normas árabes descritas en diversos tratados de los que fue traductor y adaptador el rey Alfonso X el Sabio. A partir de aquí, la progresión y evolución de este juego lo ha llevado hasta donde ya sabemos. Durante los siglos XVIII y XIX cuando el ajedrez, que había sido hasta entonces el juego predilecto de la nobleza y la aristocracia, pasó a los cafés y las universidades, su nivel mejoró de manera notable. Comenzaron a organizarse partidas y torneos con mayor frecuencia, y los jugadores más destacados crearon sus propias escuelas.

Y aquí tenemos esta compleja combinación de entretenimiento, arte y ciencia. Desde muy jovencito me enganchó este juego, por la facilidad de producir combinaciones de gran belleza con escasos medios. Recuerdo cuando empecé a practicar, que veía tableros y movimientos de fichas por todas partes y trataba de organizar en mi mente aquel baile interminable de figuras. Al final, la cosa cobraba sentido. También recuerdo, con ese pelín de nostalgia, que fue la primera cosa en que superé a mi padre (¡el inevitable relevo generacional!) y pasé de ser el sparring de nuestras partidas a sentirme eludido por alguien que quería evitarse otra derrota. Llegué a admirar las partidas de los grandes genios del ajedrez: partidas memorables de jugadores no menos memorables. Entre mis favoritos estaban Mikhail Tahl y el “campeón sin corona” David Ionovich Bronstein (alguna de sus partidas me ha erizado el pelo), pero qué decir de Kasparov, Alekhine o, sobre todo, de Bobby Fischer.

No suelo escribir en este blog movido por los últimos sucesos de actualidad, pero en este caso voy a hacer una excepción. Precisamente, a propósito de Fischer. Ayer me enteré de su fallecimiento. La historia personal de Robert James Fischer es de lo más complicada. Nacido en Chicago el 9 de marzo de 1943, fue de esos niños que han tenido que padecer una infancia difícil y de abandono, criado sin padre en un ambiente de grandes penurias económicas. Al fracasar el matrimonio Fischer, Bobby (de la mano de su madre y de su hermana) tuvo que trasladarse a los 2 años de edad a Brooklyn, New York. Allí, su hermana Joan le regaló un pequeño tablero con instrucciones para que se entretuviera y no diera la lata en casa. Tenía 6 años y así empezó su carrera ajedrecística: aprendiendo en solitario con su tablero y el manual de instrucciones. No es algo que se ajuste al estereotipo del típico jugador de ajedrez. A los 8 años jugó una partida importante y perdió. Se trataba de una sesión de simultáneas contra el maestro Max Pavey y fue derrotado en sólo 15 minutos. Pero, a partir de ahí, apasionado sin límites por el ajedrez, abandonó la escuela primaria y comenzó a deslumbrar al mundo del tablero. No había sido considerado un niño prodigio (a pesar de su desmedido cociente intelectual, entre 181 y 184, superior incluso al de Albert Einstein), sino que su genio despertó en la adolescencia. Y, aunque no se graduó en el instituto, su madre logró que John W. Collins, tutor de reputados ajedrecistas, le aceptara como alumno. Eso fue en 1956. En el 57, con 14 años, ya era campeón de Estados Unidos. En agosto de 1958 (con 15 años) llegó a ser el jugador más joven en lograr el título de Gran Maestro al ganar el Interzonal de Portoroz y clasificarse para el Torneo de Candidatos al título mundial. Decidió convertirse en jugador profesional, aunque, por aquel entonces, el ajedrez no daba para vivir. Pero a Fischer le daba igual.

Además de ser un jugador de talla excepcional, el ascenso de Fischer en el panorama ajedrecístico fascinó al mundo por otro motivo. Desde la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética había convertido al ajedrez en una bandera de su supremacía intelectual y moral sobre el capitalismo. Además de los escenarios habituales de la guerra fría, el deporte (la competición en general) era un espacio perfecto para establecer jerarquías entre dos modelos opuestos. Y en el ajedrez, la situación pintaba inmejorable para los soviéticos: su distancia era de años-luz frente al resto de países, en especial de los occidentales. El ajedrez era el auténtico opio del pueblo soviético, su religión particular.

En este ambiente y después de varios fracasos en el torneo de candidatos, Fischer denunció (a través de un polémico artículo publicado en Sports Illustrated) algo que muchos comentaban en privado pero que no se atrevían a hacer en público: las maniobras de los jugadores soviéticos, al amañar las partidas que disputaban entre ellos para perjudicar a los jugadores occidentales. La Federación Internacional (FIDE) cambió el sistema de competición de liga por el de eliminatoria y Fischer volvió a participar en el ciclo del Campeonato del Mundo. En 1972, con unos asombrosos resultados que comenzaron en el Interzonal de Palma de Mallorca dos años antes y asombrosas victorias ante el ruso Mark Taimanov (6-0), Bent Larsen (6-0) y Tigran Petrosian (6,5-2,5), consiguió enfrentarse al campeón Boris Spassky en el "match del siglo". El torneo se celebró (casi no llega a disputarse por las reivindicaciones económicas de Fischer) en Reykjavik, Islandia, en medio de la otra batalla: Era algo más que un simple enfrentamiento deportivo. Era el desafío del genio estadounidense al monopolio soviético. El momento álgido que vivía la guerra fría permitió que, una vez más, la política invadiera el mundo del deporte. Por eso, aquel enfrentamiento acaparó la atención mundial durante varias semanas. En medio de este clima paranoico, dos maneras de entender el mundo se enfrentaban en Reykjavik. A veces, la historia se escapa de los designios de sus protagonistas y aquél fue el caso. En una pequeña habitación, Fischer y Spassky libraron un duelo a escala de la gran partida por el dominio del mundo que mantenían los Estados Unidos y la URSS. El duelo ajedrecístico coronó campeón al americano. Tenía 29 años. El mérito de la victoria es que Fischer peleó en solitario. El talento individual de un genio (para casi todos los expertos el mejor jugador de la historia) y una asombrosa capacidad de trabajo habían podido con cuatro décadas de hegemonía de un imperio. Porque Fischer preparó la partida solo, sin ayudas, mientras que todo el mundo del ajedrez en la URSS (y lo que ello conllevaba) se volcó en ayuda de Spassky.

El triunfo sobre Spassky fue el comienzo del fin para Fischer y supuso la retirada prematura de este genio del ajedrez. Habiendo elevado en aquel verano de 1972 la figura del ajedrecista a una popularidad comparable a la de una estrella de cine o un grupo de rock, la carrera del mejor jugador de la historia transcurrirá cuesta abajo a partir de este instante. Sus excentricidades, manías y fobias habían crecido al ritmo de su juego y ya pesaban demasiado. Tras coronarse campeón del mundo, se borró del mapa: no quiso defender su corona ante la joven estrella rusa Anatoly Karpov y la FIDE le desposeyó del título por incomparecencia. Sólo reapareció con mucha polémica en Steti Stefan (Yugoslavia, en la actual Montenegro), después de 20 años, para volver a derrotar a Spassky. Fischer escupió contra la prohibición del gobierno estadounidense para que jugase en un país sometido a embargo por la guerra de los Balcanes y se ganó un lugar de honor en el listado de objetivos de la CIA y el FBI. Pasó por varios lugares: Alemania, Hungría, Hong Kong y Filipinas. Y de aquí a Japón. En 2005 fue detenido en el aeropuerto de Narita (Tokio, Japón), por usar un pasaporte no válido: los nipones habían cancelado repentinamente su visado. Pero finalmente, el gobierno islandés (país al que Fischer había pedido asilo político unos meses antes), en agradecimiento a lo que hizo por llevar el nombre de Islandia al mundo en 1972, le concedió la nacionalidad. Poco antes de morir, el hombre con un cociente intelectual superior al de Einstein pide cervezas en las panaderías y se queda dormido en cualquier librería de Reykjavik (la Huersfisgatif, por ejemplo). Y se arrastra por el Distrito 101, el Centro de la capital islandesa. Era un espectro ambulante que, al fin, tuvo que ser internado por sus recurrentes ataques de paranoia y delirios combinados con manía persecutoria. En Islandia falleció a los 64 años de una insuficiencia renal.

La trascendencia de Fischer en el ajedrez no admite discusión. Es el tipo de persona que marca un antes y un después. Como ajedrecista, se le considera un genio. A su manera, representó el espíritu de los 70’s: insolente, brillante, neurótico, individualista, ingobernable. Como si fuera el protagonista de El séptimo sello, sólo la muerte podría ganarle al ajedrez. Y, como en la película de Bergman, el reto estaba servido. Sin embargo, el peor rival de Bobby Fischer fue, precisamente, Bobby Fischer. En palabras de Boris Spassky, con quien finalmente mantuvo una relación amistosa:
"Por carácter, Fischer es espontáneo y orgulloso. Dice lo que piensa. Pero a este tipo de personas les resulta muy difícil vivir en una sociedad moderna, y me parece que Fischer se encuentra muy solo. Ésta es una de sus tragedias...".

sábado, 12 de enero de 2008

tres monos

(23ª parada)
"Quien sabe hacer lo bueno, y no lo hace, está en el peor de los errores".
(Epístola de Santiago, cap. 4: 17)

En una talla de madera del santuario-mausoleo de Toshogu, en Nikko (Japón), están representados Kikazaru, Mizaru e Iwazaru, los tres monos sabios o místicos, que se tapan con las manos respectivamente oídos, ojos y boca.
Como no conocía los detalles de la leyenda que protagonizan estos simios, me informé sobre el asunto y encontré lo siguiente: Por un lado, el significado de sus nombres está en el juego de palabras que se origina en japonés entre el sustantivo “saru” (mono), y el adverbio homófono que produce la negación de la raíz a la que se asocia enclítico. Es decir, que las palabras compuestas “kikazaru”, “mizaru” e “iwazaru” significan (respectivamente) “no oye”, “no ve”, “no habla”. Y el mono ha pasado a ser un símbolo de la negación en abstracto. Por ello, otra interpretación indica que, para llegar a ser sabio, es preciso negarse a escuchar maldades, negarse a ver maldades y negarse a decir maldades. La leyenda en sí cuenta que los tres monos eran los mensajeros enviados por los dioses para delatar las malas acciones de los humanos con un conjuro mágico, por el cual cada uno tenía dos virtudes y un defecto. Se representaban en este orden: Primero, Kikazaru (el mono sordo) era el encargado de utilizar el sentido de la vista para observar a todo aquél que realizaba malas acciones y transmitírselo al segundo, Mizaru (el mono ciego) mediante la voz. Mizaru no necesitaba su sentido de la vista, puesto que se encargaba de llevar los mensajes que le contaba Kikazaru hasta el tercer mono, Iwazaru (el mono mudo). Éste escuchaba los mensajes transmitidos por Mizaru para decidir la pena que los dioses impondrían al desafortunado y velar por su cumplimiento. Es decir (y esto se me acaba de ocurrir), que está bien negarse a escuchar-ver-decir maldades, pero a la vez no está mal ser un cochino chivato (¡en fin...!). Prosigo: Estas tres lindezas de mono son los guardianes simbólicos del mausoleo de Toshogu (como ya dije más arriba), encargados de que las habladurías de los visitantes de la tumba del Shogun Tokugawa Ieyasu no interrumpan el sueño del yacente fundador del shogunato Tokugawa. Parece ser que este personaje fue considerado un hombre sabio al que debían de gustarle bastante las pocas palabras y bien acertadas, puesto que predicaba que había que conocer de lo que se hablaba o simplemente mirar el paso del río (mucho sentido común, la verdad, pero que no siempre se aplica: tendré que estar más tiempo mirando el paso del río).

Sin embargo, existe otra explicación distinta que justifica el tallado de "kikazaru", "mizaru", e "iwazaru": también se decía que correspondía a la representación del miedo absoluto, dado que son las primeras reacciones del ser humano ante una situación de peligro. Esta otra interpretación, menos pomposa que la primera, me ha parecido incluso más interesante porque también se asemeja a la reacción de pánico que surge en nosotros cuando sentimos la pavorosa llamada del compromiso.

Comprometer a una persona es ponerla en la necesidad de intervenir en un asunto en el que corre algún tipo de riesgo, o en la tesitura de hacerle decir o hacer algo que puede no convenirle. Lo normal es que, cuando uno se comprometa, esté contrayendo una obligación ante alguien. En una palabra, se le coloca en una situación apurada (no es extraño que haya gente que acabe echando humo cuando asume un compromiso). Algunos sinónimos muy clarificadores pueden ser: arriesgarse, aventurarse, darse, empeñarse... Cuando nos comprometemos, corremos (entre otros) el riesgo de que se nos tome la palabra y, entonces, nos sintamos obligados a cumplirla. Aunque también los hay expertos en comprometerse sólo de boquilla. Es decir, quienes le sacan el máximo partido a esa inclinación tan humana de escurrir el bulto (¡curioso: escurrir, lo contrario de mojarse!). No hay que pasar por alto que “comprometer” deriva de “comprimir” (“apretar”), lo que puede suponer meter a alguien en un aprieto al lanzarle al mundo de las responsabilidades. Este término está tan cerca del concepto de “obligación”, que más de uno puede sentirse incómodo. Porque una obligación llega a ser una exigencia moral que rige o limita el libre albedrío. A mí (supongo que a cualquiera) se me ocurre pensar que eso de regir y limitar mis libertades no es algo que me caiga muy bien. Pero el concepto de “obligación” tiene también acepciones muy liberadoras, porque estar obligado a algo o a alguien también es corresponder al beneficio que hemos recibido de él o de ello. Es decir, vivir con agradecimiento. Y si “obligar” deriva de “ligar” (es decir, atar a alguien), sería interesante pensar que voluntariamente podamos atarnos a hacer lo que haya que hacer o decir lo que haya que decir. Es más libre vivir en solidaridad y responsabilidad que estar esclavizados por el egoísmo, la indolencia o la insensibilidad.

Si, a pesar de todo, somos alérgicos al compromiso, sólo puedo dar un consejo: tapar ojos, oídos y boca (como los monos de Toshogu) para evitar cualquier tentación que pudiera comprometernos.
Tapemos los ojos para no tener que ver lo que sucede a nuestro alrededor (“ojos que no ven, corazón que no siente”) o pongamos ante ellos las gafas del color que más nos satisfaga y que nos permita creer que todo es como nosotros queremos. Tapemos los ojos para evitar contemplar los buenos ejemplos que pudieran inspirarnos y motivarnos, para no tener que ver las acuciantes necesidades en que viven nuestros semejantes. Con ojos tapados, conseguiremos no mirarnos ni siquiera a nosotros mismos tal como somos realmente, tan entregados a nuestras propias entelequias.
Tapemos los oídos, hagámonos los sordos, subamos a tope el volumen del mp3 en nuestros auriculares para no tener que escuchar ni los buenos consejos, ni los lamentos de los demás (¡qué fastidiosos y agobiantes!), ni siquiera a nuestra propia conciencia que, en definitiva, podría ser un agente de autocuestionamiento que llegara a comprometernos.
Pero tapemos nuestra boca también. Que no hable contra la injusticia, que no proponga remedios que tuviéramos que llevar a cabo, que no diga las fatídicas palabras: “me presento voluntario” o “yo lo haré”. No hablemos ni con nosotros mismos (aunque llegue a parecer que estoy enfadado con mi yo, a fuerza de no dirigirle la palabra), porque corremos el riesgo de sucumbir a una argumentación que desemboque en las garras del compromiso.
Y si conseguimos hacer todo esto, habremos alcanzado, además, otra meta importante: tener las manos ocupadas tapando ojos, oídos y boca, y (por tanto) incapaces de ayudar, inútiles para prestar servicio a nadie. Misión cumplida: compromiso cero.

Pero si, por el contrario, pensáramos que el camino del compromiso es uno de los mejores que se pueden recorrer en la vida, entonces creo que ya es hora de que nos dejemos de monerías.

domingo, 6 de enero de 2008

"¡traed madera! ¡traed madera!"

(22ª parada)
"Para el Señor un día es como mil años y mil años como un día".
(2ª Epístola de San Pedro, cap. 3: 8)

Pues como Groucho Marx en Go West. Había que poner en marcha el blog este año y recuperar los ya 6 días de ventaja que me lleva 2008. Ya sé que esto no es lo mismo que arrancar unos altos hornos, así que no creo que haga falta tanta leña (¡...ni de lejos!). Pero es que me ha agarrado la pereza navideña y me la voy a sacudir con la hoguera que estoy montando. Es un pequeño fuego para calentarse las manos en esta primera parada del año ...y ni siquiera es mío: se lo tomo prestado a Quino, de su Mafalda volumen 9. En tres actos. Ahí va el primero:

Antes del segundo, y entrando el calor, me gustaría agradecer por los mensajes recibidos en el último post que dejé antes de las vacaciones. Bueno, me gustaría y lo hago: os doy las gracias por todo el cariño que va acumulando close2u. Lo cierto es que habéis convertido este blog en un lugar en el que me siento muy a gusto. Os lo debo por completo.

Y, para introducir el tercer y último acto, sólo añadir que sigo con mi propósito de ver la vida con ojos llenos de alegría y entusiasmo. Quiero seguir riéndome cada día. Ver lo bueno en los demás y dar todo lo bueno que pueda cultivar en mí. Afinar mi persona, como quien cuida sus herramientas para hacer un buen trabajo. No es difícil si se cuenta con buenos amigos. Ellos te inspiran para ser mejor persona, ¿verdad? :)

Pues éste es el mensaje para el nuevo año: 2008 espera que seamos mejores. Por mi parte, espero no defraudarle, porque en esto coincido con el bisiesto que recientemente hemos inaugurado. Y ahora, el horizonte de mi viaje se ve despejado. No porque no haya sombras desperdigadas que no dejen ver en algún momento o curvas demasiado cerradas que llegaran a inspirarme dudas, sino porque tengo ilusión por recorrer cada día del camino. Y reanudo la marcha, aun antes de que se extinga el último de los rescoldos. Hasta pronto.