sábado, 31 de mayo de 2008

operación tifón

(44ª parada)
“Dios le dijo a Caín: ¿Dónde está Abel, tu hermano?
Y él respondió: No sé. ¿Acaso soy yo guarda de mi hermano?”
(Libro del Génesis, cap. 4: 9)

TRES REINAS SIN REINO
III.- La reina roja: FRATERNIDAD


Maloyaroslavetz, límite de la agresión. Inicio de la fuga y de la aniquilación del enemigo. General Kutuzov.
Recuerdo bien que, de camino a Moscú, la columna de vehículos se detuvo un breve instante en aquel lugar. Me incorporé en mi camilla lo suficiente para observar la lápida con la inscripción. Esas pocas palabras llevan a la memoria de los moscovitas el límite máximo que alcanzó el ejército napoleónico en octubre de 1812, el punto más allá del cual ningún soldado francés logró dar un paso y que señaló el inicio de la retirada más desastrosa de la época. Pero, después de ciento veintinueve años, superado el octubre de 1941, los pocos moscovitas y soldados desbandados en retirada, apresurados y ateridos, que íbamos pasando ante la lápida camino de la capital nos preguntábamos angustiados dónde se iba a colocar la destinada a señalar el límite de la agresión nazi. Los más optimistas confiaban en la barrera natural de los Urales (más allá de la cordillera, a la Rusia asiática, se estaban transfiriendo fábricas enteras), pero nadie se atrevería a apostar un rublo por la suerte de la capital soviética. La Wehrmacht se reveló más aguerrida que las tropas napoleónicas, mientras que el Ejército Rojo, en estos primeros meses, demostró una total impreparación para la guerra y una absoluta carencia de jefes carismáticos de la clase de Kutuzov, el general que derrotó a Napoleón. Aquel otoño de 1941 fue muy triste para todos nosotros. La situación era desesperada: Leningrado, sitiada; Minsk, Odessa, Esmolensko y Sebastopol habían caído... y en sólo tres meses de guerra.

Desde los primeros días de octubre, los alemanes habían puesto en marcha la Operación Tifón para adueñarse de Moscú antes de la llegada del invierno. Pero, al menos en esto, la suerte estuvo de nuestra parte: a falta de un Kutuzov, el General Invierno decidió acelerar su llegada para detener el arrollador avance alemán. El plan Barbarroja de Hitler había previsto una campaña velocísima para apoderarse de Rusia, que debería concluir a finales del otoño, antes de un alarmante descenso de las temperaturas. Pero el termómetro indicaba que esa opción ya se había frustrado. Ahora, la blitzkrieg apuntaba directamente al corazón de la U.R.S.S., a Moscú, de acuerdo al nuevo plan. Fue de este modo como, en su frenético avance, las divisiones acorazadas nazis de Hoth y de Hoppner, realizando una maniobra de tenaza, terminaron por embolsarnos en la línea defensiva de Viasma (entre Esmolensko y Moscú) el 10 de octubre. Las órdenes del mariscal Koniev a los oficiales a su cargo y, por tanto, a los cientos de miles de soldados que fuimos cercados en aquella bolsa eran claras: antes que rendirse, había que resistir a toda costa para evitar la rápida progresión hacia Moscú de Von Bock, el feldmariscal que dirigía los ejércitos alemanes en la Operación Tifón y a quien sus soldados llamaban Der Sterber (“el que siembra la muerte”). Y como las órdenes eran precisas, pasamos días y más días tratando de resistir como pudimos. La furia del cañoneo alemán sobre nuestro batallón fue tan intensa, que acabó desmembrándolo hasta que las compañías que lo integraban quedaron incomunicadas en medio del caos logístico y el fragor de las explosiones. La situación fue desesperada para el pelotón del que yo formaba parte: roto todo contacto, nuestro sargento, otros cinco soldados, Veselin y yo acabamos totalmente aislados y a merced de los temibles panzer que no dejaban de hostigar nuestra posición.

Conocí a Veselin en un ferrocarril repleto de tropas que nos transportaba a Esmolensko para organizar la defensa de la ciudad, asediada en julio. La idea de la guerra me traía grandes dudas a la cabeza acerca de mi valentía, así que estuve cambiando de vagón varias veces en un intento de mitigar mi ansiedad con breves paseos. A veces, tenía que abrirme camino con esfuerzo entre cuerpos (todavía vivos... ¿hasta cuándo?, pensaba) de soldados que permanecían de pie a lo largo de todo el convoy. Al fin pude ocupar un nuevo asiento. El soldado sentado enfrente de mí era Veselin. Me fijé en su mirada perdida y en su expresión, que me pareció demasiado serena, como si no estuviera en ese lugar o no fuera consciente de la suerte aciaga que en corto plazo nos esperaba a muchos. En cambio, yo estaba muy inquieto. Intenté disminuir el nerviosismo que me oprimía las entrañas tratando de entablar una intrascendente charla con ese hombre inmune al traqueteo del tren, inmune a la idea de una muerte atroz, inmune a lo terrible de los días que nos estaba tocando vivir... Él no parecía muy interesado en conversar. Siguió ajeno al entorno hasta que mencioné mi lugar de origen, allá en tierras siberianas. Ese dato le arrancó del ensimismamiento y devolvió expresión a su mirada. El azar había colocado frente a frente a dos paisanos: él me contó que vivía apenas a 10 kilómetros de mi casa... ¡y ahora nos encontrábamos por primera vez a miles de kilómetros de distancia del hogar! Hablar de nuestra lejana tierra me trasladaba a otro momento y me ayudaba a olvidar el que se acercaba. Nuestra vecindad era una simple coincidencia en unas vidas tan diferentes. Mientras que yo me dedicaba a la mecánica como jefe de un pequeño equipo en un taller, Veselin era un hombre de las nieves, un cazador solitario. Es posible que el insignificante detalle de nuestra proximidad geográfica, sumado a la gran añoranza de otro tiempo y otro lugar, fuera la excusa perfecta que necesitábamos en aquellas condiciones excepcionalmente duras para comenzar a fraguar una intensa amistad. En los meses que nos iban acercando al invierno de 1941, nos convertimos el uno en la sombra del otro y decidimos que íbamos a cuidarnos para volver sanos y salvos a casa. Mi confianza en Veselin era enorme. Su experiencia como tirador y su capacidad de supervivencia en situaciones adversas era todo un seguro. Ya me lo había demostrado en la breve defensa y posterior retirada de Esmolensko. Pero aquel 9 de noviembre, bajo los mazazos de la artillería nazi, contemplando a estos ocho hombres solitarios perdidos en la nieve, pensé que habíamos llegado al fin de nuestro propósito... En un instante, un proyectil disparado por un blindado alemán impacta en la trinchera natural donde estamos agazapados y siega la vida de seis camaradas. Todo salta por los aires... cuerpos mutilados, nieve roja... La escena es indescriptible... Desorientado y perturbado, miro desde el suelo hacia todas partes, tratando de hacerme cargo de la situación, pero algo no marcha... Además de un enloquecedor zumbido en los oídos, llegan otras sensaciones y se hace insoportable el dolor en mi pierna izquierda. Estoy mareado y muy asustado. La hemorragia es horrible... Veselin, único superviviente además de mí (aunque en esos momentos de aturdimiento no sabía si estaba muerto o vivo), se apresura a atenderme. Él parece no haber sufrido ningún daño de consideración. Una vez más, su experiencia le ha permitido protegerse instintivamente mejor que los otros. Consigue aplicar en mi pierna un torniquete que funciona y me arrastra por la nieve hacia un bosquecillo próximo sin llamar la atención de los alemanes. Antes de desvanecerme, sólo consigo escuchar estas palabras casi ahogadas en medio del pitido que aún no cesa: "Andrei, vamos a salir de esto, yo me encargo..."

Despierto al día siguiente (eso me dice Veselin). Tengo bien vendada y entablillada mi pierna. Todavía no estamos a salvo, ni mucho menos. Pero mi amigo ha improvisado una rudimentaria camilla para transportarme hasta una unidad de nuestro ejército. Ha leído el rastro en la nieve. En otro camino hay huellas recientes de un T-34 y ninguna de panzers. Buenas perspectivas de camino despejado. Sin embargo, la marcha que llevamos es muy lenta y tememos que se esfumen nuestras posibilidades de supervivencia. Le he pedido a Veselin que considere la posibilidad de abandonarme para buscar ayuda con más rapidez. Yo sólo le sirvo para frenar su marcha. Pero él me ha dicho que seguiremos juntos. Por fin, al cabo de tres días angustiosos en que pensamos que moriríamos congelados antes que liquidados por los alemanes, llegamos a reunirnos con otro batallón que ha decidido abandonar la bolsa por una brecha abierta en las líneas alemanas y dirigirse hacia Moscú. Aquí todo está perdido y es preciso reservar efectivos para defender la capital.

Dejando atrás poblados arrasados y viviendas en llamas, finalmente contactamos con tropas razonablemente organizadas de camino a Moscú. Nuestro trayecto termina al llegar a la apesadumbrada capital que, en el transcurso de varias semanas, será sitiada por el enemigo. Sin embargo, los nazis no conseguirán capturar la ciudad (a pesar de lo cual, llegamos a saber que incluso se habían confeccionado las invitaciones para el desfile triunfal ante el Kremlin... ¡qué estúpido es vender la piel del oso antes de cazarlo!). De todas formas, mi participación como soldado en la guerra ya había terminado en aquel bosque de la zona de Viasma. Pasé más de un mes en un hospital moscovita recuperándome de las heridas y la cojera permanente que ha quedado en mi pierna izquierda me ha inhabilitado para el ejército. El resto de la guerra transcurrió para mí en una fábrica de montaje de cazas. Cientos de Sturmoviks pasaron por mis manos. Pero hay otro asunto que no me quito de la cabeza, un pensamiento fijo clavado en mi mente: ¿Qué habrá sido de Veselin? Visité su aldea, fui hasta su isba, pero él no había pasado por allí. No tenía familia que pudiera informarme si seguía vivo o había muerto. No supe nada de él desde que nos despedimos en Moscú. Ese día, pasó por el hospital para decirme que se incorporaba a un batallón bajo las órdenes de Rokossovsky con la misión de lanzar una ofensiva en la cercana Kalinin, al noroeste de Moscú. Empezábamos a devolver el golpe a los alemanes. Y ya no supe nada más de él ...hasta hoy. Porque hoy, cinco meses después de terminada la guerra, en otro octubre muy diferente al de 1941, he recibido una carta de Veselin.

Querido Andrei:
Al fin conseguí saber de tu paradero gracias a las amables indicaciones de tu amigo, el capitán Tikomirov, con quien estuviste reunido en agosto. Seguiré en Leipzig unos pocos días más, pero estoy deseando volver a la patria y darte un fuerte abrazo. Tengo muchas cosas que contarte, que pueden esperar hasta nuestro encuentro.
Pero hay algo que prefiero no demorar más. ¿Recuerdas que, antes de despedirnos en aquel hospital de Moscú, tú me agradecías una y otra vez por haberte salvado la vida en la zona de Viasma? Cuántas veces me han perseguido tus palabras en estos años. Porque yo callé. Y tenía que decirte que tú también habías salvado la mía. Mucho antes, desde nuestro primer encuentro en el ferrocarril. Ya sabes que, al perder a mi familia, había perdido también toda ilusión de seguir adelante. Para mí, la guerra era casi un alivio, ya que me daba la oportunidad de terminar de una manera algo digna, quién sabe... un acto heroico, un mártir más para la patria. Estaba dispuesto a solicitar las misiones más arriesgadas, a exponerme a los mayores peligros para terminar cuanto antes. No importaba. Nada tenía sentido.
Pero, en unos meses, tú te convertiste en mi hermano y me sujetaste otra vez al mundo con un ancla de esperanza en nuevas oportunidades, a pesar de la guerra que nos envolvía. Y redescubrí la camaradería, olvidada por el huraño cazador. Y volvía a tener sentido cuidar de alguien y ser cuidado por alguien. ¡Qué días de recuerdo indeleble fueron los que pasamos en la bolsa de Viasma! El antiguo cazador hubiera respondido a su instinto de supervivencia y te hubiera abandonado a tu suerte, para no tener que cargar con un lastre irrecuperable. Pero ese ser ya no existía. Ahora, contigo sólo estaba tu hermano, pensando en cómo sacarte de ahí, aunque ambos muriéramos. Y también en esto me salvaste la vida. Mi experiencia me hace pensar que, por la situación en que nos encontramos durante aquel tiempo en medio de bosques helados, es muy probable que un hombre solo hubiera acabado pereciendo por congelación. Pero al tener que llevarte conmigo, al tener que mantenerte caliente, yo mismo me estaba manteniendo caliente... esforzándome en arrastrarte por la nieve, sentía calor; frotando tus brazos y tus piernas para que entraras en calor, yo también entraba en calor; permaneciendo juntos, nos calentábamos juntos ambos cuerpos. Sobreviví gracias a ti. Nos salvamos la vida, el uno al otro, aunque no te dieras cuenta. Nuestro lazo permitió que siguiéramos vivos. Aprendí que no se debe menospreciar la inmensa fuerza que queda en el interior de una persona, por acabada que parezca. Es una locura dejar de luchar por un hermano y abandonar.
Y, ahora, nada deseo más que reencontrarme contigo para celebrar que podremos volver juntos a casa.
Ten listo tu mejor vodka.
Ваш брат, Veselin



EPÍLOGO

En una escena de The Matrix, Morfeo ofrece a Neo las respuestas a sus preguntas. Pastilla roja o pastilla azul. Sólo se puede elegir una de las dos. Y una sola vez. En cambio, las tres reinas son como tres pastillas (azul, blanca y roja) que se toman en dosis completa y continua. De nada sirve tomar una y dejar las otras dos. Deben actuar siempre juntas.


Ya cité una vez (aquí) unas palabras de José Luis Sampedro, quien (hablando de las directrices políticas de los grandes bloques) decía que el bloque occidental se ha preocupado de la LIBERTAD: que todos sus ciudadanos se sientan libres para desarrollar sus vidas; mientras que el bloque del Este (al otro lado del telón de acero, cuando existía) mostró fijación por la IGUALDAD: que todos sus ciudadanos se sintieran iguales en oportunidades, derechos y deberes. Pero, lamentablemente, tanto unos como otros se olvidaron de la FRATERNIDAD, ese ingrediente tan importante para dar sentido al conjunto.
La historia ha dejado pregoneros y abanderados de estas tres reinas, caminando juntas. Lo han intentado desde la espiritualidad y desde el laicismo con resultados parecidos (más bien escasos, para tanto entusiasmo). Se me ocurre pensar en el esfuerzo de los revolucionarios franceses y en el de aquellos independentistas de las Trece Colonias. También pienso en el rabino galileo que, preguntado acerca de lo más importante de la Torah (enseñanza o instrucción), repite las palabras de Moisés para condensar en apenas una frase la esencia de sus principios: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (libro del Levítico, cap. 19: 18). Y corona a la LIBERTAD en “amarás” (sólo puede amar de verdad quien es libre de verdad), a la IGUALDAD en “como a ti mismo” y a la FRATERNIDAD en “a tu prójimo”. Tres reinas que siguen buscando su trono en la Humanidad.

¿Seré tan utópico como me dicen? :D
No voy a engañarme: tengo ojos para ver este mundo, para ver dónde y cómo vivimos.
Otra cosa es que me guste todo lo que veo. No, no me gusta.
Pero voy a tirar de nuevo de una de mis 'gritonas' favoritas (Alanis) para dar gracias por algunas de las pequeñas o grandes miserias con las que hay que convivir cada día. A veces por contraste, ellas me enseñan lo que en verdad quiero y por lo que merece la pena dejarse la piel, mientras este mundo sigue siendo este mundo. Así que:


Gracias, India; gracias, terror; gracias, desilusión; gracias, fragilidad; gracias, consecuencia;
gracias, gracias, silencio.
Gracias, India; gracias, providencia; gracias, desilusión; gracias, inexistencia; gracias, claridad;
gracias, gracias, silencio.

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domingo, 25 de mayo de 2008

extrañas ecuaciones

(43ª parada)
"Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos nosotros somos uno en Jesucristo".
(Epístola de San Pablo a los Gálatas, cap. 3: 28)


TRES REINAS SIN REINO
II.- La reina blanca: IGUALDAD


Todavía no me he encontrado con ningún padre o madre de más de un hijo que me diga que todos sus vástagos son iguales, que los tratan de idéntica forma. Y si pregunto que si esas diferencias hacen que se quiera más a uno que a otro, la respuesta suele ser que no, que los quieren por igual, con la misma intensidad a todos; pero también de una forma muy especial y particular a cada uno. Es un asunto de matices. Al fin, no me acaba de quedar claro si o si no, porque nada es igual y nada es diferente.
Con los años, he descubierto que sólo hay una persona igual a mí mismo: YO. Y sólo a veces. Cuando hacemos nuestra [espectacular-indiferente-ansiada-desastrosa-fatídica-serena-···] entrada a este mundo, no somos hojas en blanco. Parte de nuestra historia ya se ha escrito sin contar con nosotros. Está en nuestros genes, en nuestro ambiente, en las oportunidades, cultura, circunstancias... ¿Por qué decimos que todos los seres humanos nacemos iguales? Parece un insulto a nuestra inteligencia o a nuestra razón.
¿O es, quizás, falta de visión?

Es preocupante ver la representación de la Justicia con una venda en los ojos. En su afán de imparcialidad, se hace ignorante de lo que nos hace diferentes. Sin embargo, nada es más necesario para juzgar correctamente que mirar con detenimiento, analizar lo particular y comprender cada caso concreto, precisamente por haber nacido tan desiguales. La figura sólo es una representación, pero no ayuda a hacerse una idea adecuada y puede generar recelo. Desde luego (y, en general, ése es nuestro pensamiento), IGUALDAD no significa pretender que todos los seres humanos seamos iguales (que nunca lo seremos, afortunadamente... ¡vive la différence!), sino que tengamos oportunidades que nos permitan desarrollar nuestra libertad por igual, actuando en detrimento de los que impiden la ajena y a favor de quienes la ven recortada. Como una forma de compensación necesaria.

Hubo un constructor en Nazareth (a quien llegaron a llamar rabí) quien, como gran conocedor que fue del género humano, gustaba de contar historias a lo más profundo de las entendederas, tocando los asuntos importantes que se revuelven en la mente. Me vienen a la cabeza un par de estos relatos, del tipo de historias que se lanzan en parábola y se cuelan por la escuadra. Dos historias que podrían llegar a provocar pesadillas en matemáticos, abogados de herencias o escrupulosos sindicalistas. Ambas plantean extrañas ecuaciones.

En la primera, llamando x a la cantidad mínima que se puede entregar en un reparto de bienes, resulta que 5x=2x=x (una completa aberración para cualquier matemático, ya que, despejando x, resulta que 5=2=1 ...¿en qué mundo?). En fin, sucede que un hombre de negocios, que se va de viaje a un lugar lejano, antes de su marcha reúne a tres trabajadores para repartirles sus bienes en tres partes iguales: a uno le entrega 5 cantidades, 3 son para el segundo y al tercero le da 1. Sí, a partes iguales, porque la entrega se realiza conforme a la capacidad de cada uno. Nosotros, que somos muy listos, entendemos que si se trata de repartir a partes iguales, una distribución como la narrada resulta ser injusta: debería corresponderle un tercio del total a cada uno. Pero esto último es repartir con la venda en los ojos. ¿Por qué poner pesadas cargas y responsabilidades sobre la espalda de quien no puede soportarlas? Eso sí que sería injusto. A cada cual hay que darle lo que pueda cargar. No más, no menos. No se trata de desfondar a las personas... en definitiva, todos somos distintos.

La segunda historia da una vuelta de tuerca y trae otra ecuación rarilla: si llamamos h a una hora de trabajo, se plantea que 12h=9h=6h=3h=1h= salario de un día de trabajo. Y, otra vez, los matemáticos rasgarían sus vestiduras y lo tendrían por loco. En este relato, el propietario de una plantación sale tempranísimo por la mañana para buscar jornaleros que trabajen en sus campos. A primera hora, se encuentra con un grupo de agricultores desocupados, esperando ser contratados, así que les propone que trabajen en su finca a cambio del sueldo oficial establecido y con el acuerdo entre ambas partes. Y sigue buscando jornaleros a lo largo del día: recluta trabajadores 3 horas más tarde... 6 horas más tarde... 9 horas más tarde... e incluso hasta 1 hora antes de que termine la jornada laboral. Cuando llega el momento de la paga, comienza por la remuneración de los últimos en llegar (los que menos tiempo han trabajado) y les entrega el salario de un día completo. Los que han trabajado todo el día se frotan las manos. Pero se pillan un cabreo tremendo cuando les toca el momento de cobrar, porque reciben precisamente la misma paga que los que han trabajado sólo una hora. El dueño del campo le responde a quien se queja: Amigo, no te hago ninguna injusticia, ¿no habíamos acordado una paga? Tómala y marcha en paz. Pero yo quiero dar a los demás lo mismo que te doy a ti. ¿Acaso no tengo derecho de hacer lo que quiera con mi dinero? ¿O es que te da envidia que yo sea bondadoso?
Quizás haya personas que no entiendan que todos no somos iguales, pero que sí tenemos derecho a disfrutar de las mismas oportunidades. Que hay gente que (desgraciadamente y por causas ajenas a sus deseos) llega tarde, casi al anochecer, al reparto de la tarta; pero que necesita el sueldo completo del día para seguir adelante. Y nos encontramos con un tipo que, según nuestra visión oscura detrás de la venda en los ojos, cuando debería dar lo mismo da diferente y cuando debería dar diferente da lo mismo. Diferentes personas, iguales derechos. Extrañas ecuaciones, extraña igualdad.

Es otro tipo de justicia la que contempla estas ecuaciones. La palabra hebrea que la describe es tsedeq, y se trata de una suma de justicia y misericordia. Porque la justicia sola es ciega (voluntariamente ciega) y corre el riesgo de convertirse en justicierismo. Sin embargo, retirada la venda y contemplado cada caso con misericordia, buscando el verdadero bien de cada persona, es cuando la balanza se equilibra en una perfecta igualdad. Aunque "canten" las ecuaciones.
Se me ocurre pensar que los dirigentes socio-político-religiosos que se cargaron al joven rabino galileo deben de haber sido unos matemáticos ultraortodoxos muy indignados con un muchacho que, de acuerdo a sus juicios, jamás tendría que haber salido del taller de construcción para revolucionar la ciencia de los números.

Hoy, una canción le anda en la cabeza a raindrop.
raindrop es un tipo algo rabudo (en Galicia, no sé si también en otros lares, "rabudo" lo decimos
como sinónimo de maloso... no es que tenga nada que ver con...)
y sabe que esto sumado a otras rarezas es la clase de cosas que provocan cierto rechazo.
También sé que raindrop, con sus rabudeces y rarezas, sólo hubo, hay y habrá uno en exclusiva. Nunca otro igual.
Y ahí está, recorriendo su caminito, como la Morissette en el vídeo de abajo.
Si, por ese camino, raindrop se encontrara con alguien que le aceptara tal cual
(paquete completo, paquete comansi),
con sus miserias y con sus glorias, ya permanezca o ya cambie,
ese "alguien" debe saber que podrá contar con su adhesión incondicional.
Cuando quiera.
.
You see everything, you see every part. You see all my light and you love my dark.
Lo ves todo, ves cada parte. Ves toda mi luz y amas mi oscuridad.
You dig everything of which I'm ashamed. There's not anything to which you can’t relate.
Cavas en todo aquello de lo que me avergüenzo. No hay nada con lo que no puedas relacionarte.
And you’re still here
Y todavía sigues aquí
.
(VÍDEO: click aquí)
.
AQUÍ un enlace a la letra (versión completa) de la canción y una traducción pasable :D

domingo, 18 de mayo de 2008

vuelo libre

(42ª parada)
"¿Por qué se ha de juzgar mi libertad por la conciencia de otro?"
(1ª Epístola de San Pablo a los Corintios, cap. 10: 29)

TRES REINAS SIN REINO
I.- La reina azul: LIBERTAD


El sitio en que anhelo estar se muestra delante de mí. En su sencillo esplendor, con toda su riqueza inmaterial, rebosante de hermosura. Provocándome, porque sabe que lo deseo. Y me desafía a alcanzarlo. Y esto es lo que más quiero. Es un lugar y un tiempo y una oportunidad y un horizonte ilimitado. Es mi sueño despierto, esa dulce pesadilla. Es un compañero, es un cielo, luna y estrella, un sol, un viento y una tempestad. Y es la calma. Y lo es todo y no es nada. Pero lo es todo, es decir, nada.
No logro alcanzarlo... por más que intento. Y lo intento. Y avanzo ¿avanzo? Sí o no. No avanzo. Lo justo para empezar a desesperarme. No más. No consigo atravesar el aire sólido que me impide llegar al destino. Cambio de estrategia... Rodeo por aquí, busco por allá, rastreo, una vuelta, otra, más arriba y más abajo, más a la derecha, más a la izquierda, más acá, menos acá... y otra vez cambio, con idéntico resultado. Toda tentativa parece inútil. Imposible atravesar un obstáculo invisible. Un dolor atroz en mi cabeza, la noto a punto de estallar. ¡Qué desesperación! Siento que mis fuerzas se agotan. Estoy extenuado... ¿Qué puedo hacer?
Quiero ser libre. Quiero sentir el aroma del tomillo y del aire, la brisa por todo mi cuerpo. Zambullirme en cristales de luz, calentarme al sol como la arena después de ser lavada por la espuma del mar. Quiero unir mi voz al rumor del agua saltarina en el arroyo y mi grito a la explosión de la cascada, escuchar la respuesta de la montaña, sentir el frío rayo de luna, acompañar y ser acompañado, bailar. Quiero flotar, nadar, rodar, subir. Quiero volar.
Pero empiezo a desistir de conseguirlo. Caigo poco a poco. Pierdo altura. Se nubla mi vista caleidoscópica...
Un momento. Tomo aire. Aún queda esperanza...
Mi golpeteo zumbante ha atraído al bípedo. ¿Qué sucederá? De los humanos, sólo puedo esperar o la prisión de la indiferencia o dos tipos contrapuestos de libertad: la libertad letal de la tetrametrina o la ansiada libertad de la fisura en el aire sólido.
Es un breve momento de incertidumbre. Me resulta extraño que los humanos, que se creen que su exclusivo patrimonio es la libertad, que repiten la palabra hasta el agotamiento, se hayan convertido en grandes opresores, feroces tiranos y refinados esclavistas. Eso explica que no tengan alas. Nunca las tendrán.
Pero, en esta ocasión, el humano se ha apiadado de mí...

post scríptum
Esta semana también hemos tenido un estupendo regalo. Nos llega de xiketä, a quien le dije que me lo pondría como un post-it en el corazón. De modo que si lo podéis ver en este momento es porque os escribo directamente desde ahí mismo. Gracias también a quienes sois mis amigos en el blog. No encontraría jamás las palabras exactas que expresaran mi agradecimiento, por más que las buscara. Simplemente, extended la mano y tomad esta muestra de cariño.

domingo, 11 de mayo de 2008

palabra de máquina

(41ª parada)
"Pilato le preguntó: ¿Y qué es la verdad?"
(Evangelio según San Juan, cap. 18: 38)

Quien conozca algo de béisbol tendrá alguna pista para decidir cuál de los tres árbitros tiene razón acerca de cómo deben cantarse las bolas y los strikes, tal como E. Griffin lo ilustra en A first look at communication theory:
- El primer árbitro dice: Unas son bolas, otras son strikes; las canto tal como son.
- El segundo afirma: Unas son bolas, otras son strikes; son como yo las veo.
- Y el tercero asevera: Unas son bolas, otras son strikes; pero nada son hasta que yo las canto.
¿Cuál de los tres da la explicación más convincente?
Mientras que el primero cree percibir la realidad de forma objetiva, el segundo árbitro parece menos convencido de que la realidad pueda ser percibida de forma exacta y el tercero declara que los envíos del lanzador no son nada hasta que él les dé nombre. ¿Quién tiene razón?
Para Griffin, la mayoría de los teóricos modernos de la percepción humana parecen dar la razón al tercer árbitro. Según ellos, la realidad está en el ojo del que mira ("La realidad no es tanto un asunto de lo que ocurre allá afuera, como de lo que ocurre aquí dentro: en la mente", escribe Griffin). La verdad sería que el lanzamiento no es bola o strike hasta el momento en que el árbitro le pone nombre y esto sólo ocurre después de que lo haya percibido y juzgado de acuerdo con su propia experiencia. En Communication theories: origins, methods, uses (de W. Severin y J. Tankard), estudiosos de la percepción humana, como Berelson y Steiner, señalan que ésta es parte de un complejo y activo proceso a través del cual la gente relaciona, organiza e interpreta estímulos sensoriales con el fin de darles una imagen coherente y significativa del mundo. Es un proceso complejo y activo porque los estímulos que nos llegan del ambiente son transformados por medio de dos tipos de filtros: los perceptuales y los psicológicos (que, a su vez, podríamos clasificar en factores cognitivos y factores motivacionales). No tiene sentido seguir profundizando ahora en este asunto, que estoy seguro de que ha quedado entendido. Una última prueba del algodón: colocamos a dos aficionados al fútbol (uno, hincha del equipo alfa y el otro del equipo beta, equpos de histórica rivalidad... prefiero no dar nombres, que cada cual les ponga los que prefiera) frente a una retransmisión de un partido que enfrenta a ambos equipos. En un lance del juego, hay un encontronazo en el área entre un defensa de alfa y un delantero de beta. El aficionado de beta llega a ver penalty indiscutible y tarjeta roja para el defensa rival. Pero, si pudiéramos manipular la retransmisión, de modo que se viera la misma jugada pero cambiados los colores de los equipos, es muy probable que, ahora (en la misma situación, pero cambiando a los jugadores), el aficionado de beta dijera que el delantero se ha tirado a la piscina y que merece una tarjeta amarilla por simular la falta. En fin, cosas de las percepciones.

Esta semana, recibí una llamada de mi gran amigo A. Estuvimos poniéndonos al día y hablando largo y tendido de infinidad de cosas y también (por supuesto) de una de nuestras grandes aficiones: el ajedrez. En un momento, estuvimos conversando acerca de cómo la presencia de los ordenadores en el ajedrez había cambiado la forma de jugar, y A dijo que las máquinas nos estaban enseñando ahora a nosotros. La introducción de ordenadores en el juego del ajedrez ha supuesto, opinaba él (y creo que con acierto), una búsqueda de la verdad que estamos aprendiendo de las mismas máquinas. Nuestra subjetividad enfrentada a su objetividad. Es cierto que a un procesador programado para jugar al ajedrez no se le va a acelerar el pulso cuando se le plantee una celada o se le ofrezca un sacrificio de material con fines tácticos para ganar iniciativa, ni le van a dar sudores por enfrentarse a una posición delicada. A mí, sí. Hay momentos de una partida en que notas cómo te revuelves en tu asiento sin poder evitarlo o se te abren los ojos de par en par. No somos máquinas, y la presencia de esas reacciones (a veces, precisamente se busca provocar ese desconcierto en el rival) puede suponer un error, incluso por un exceso de alarma. Pero también es cierto que una máquina no va a disfrutar con la belleza de un extraordinario juego combinativo ni va a sentir la satisfacción de una victoria. Su verdad es una verdad objetiva en extremo, aséptica y no contaminada por sentimientos.

Y siguiendo por la vía de estos pensamientos (y ya que el ajedrez tiene también mucho de arte), estaba reflexionando hoy mismo en cómo la incursión de las máquinas en los procesos de producción artística también ha ido transformando lo que entendemos como Artes. ¿Cómo está siendo la verdad de la máquina en el terreno de Artes como lo son (en el sentido más amplio de los términos) la arquitectura y la ingeniería? Para comprenderlo, habría que explicar el origen de esta compleja cuestión tal como la entendemos en nuestros días y, por tanto, remontarse hasta los años de la Revolución Industrial. Con la primera (pasada la mitad del siglo XVIII) y segunda (a fines del XIX) revoluciones tecnológicas, los procesos industriales empezaron a formar parte de la producción artística: en la construcción, en las artes decorativas... incluso en la música. Los debates que se plantearon en los primeros momentos fueron de lo más interesante puesto que había nuevas situaciones que abordar. Críticos, artistas, movimientos y corrientes no pudieron mantenerse ajenos a ello. Imposible tratar aquí todos los aspectos de un asunto tan extenso, así que sólo haré referencia a unos ejemplos muy concretos.

En primer lugar, decir que las Exposiciones Internacionales se convirtieron en los foros idóneos para que el gran público comenzara a familiarizarse con los nuevos materiales y las nuevas formas fruto de la industria reciente. La Tour Eiffel o el Crystal Palace de Paxton son claros ejemplos. Provocaron, en ocasiones, duras reacciones de intelectuales críticos, pero el camino comenzado ya no podría abandonarse. Se indagó también acerca de las formas y dimensiones de la nueva ciudad industrial (quedará como hito destacable el proyecto teórico de Tony Garnier, a principios del pasado siglo) y las exposiciones de Arts and Crafts (a partir de 1888) y el Deutscher Werkbund (fundado éste en 1907) entrarán en plena ebullición, alimentados por la llama de estos planteamientos. En la primera mitad del siglo XIX, se utilizó la producción industrial de modo tan nefasto en este campo que redujo considerablemente la calidad de los productos. Antiguamente, la producción de valor podía distinguirse de la corriente por la excelencia formal y, además, por otras cualidades más tangibles: la riqueza del diseño, la precisión de la ejecución y los materiales preciosos. Pero la producción industrial hace suyas fácilmente las dos primeras cualidades: la complicación del diseño ya no es un obstáculo económico (basta un troquel para producir un número indefinido de piezas) y la precisión con que los objetos son acabados a máquina es, con mucho, superior a la que cualquier antiguo artesano conseguía obtener a mano. Queda la diferencia de materiales, pero la industria, por medio de ingeniosos procedimientos, llega a ser capaz de imitar rápidamente los materiales más diversos y se pierde el gusto por la presentación escueta en madera, piedra o metal. Esta imitación simplista, que convierte en mentirosa a la máquina, es la causa principal de que el nivel medio en la producción de objetos de uso común descienda considerable y velozmente. También, realizado un balance de la producción industrial en la exposición de 1851, se llega a la conclusión de que el arte decorativo europeo ofrece el espectáculo de una impresionante decadencia. La situación es tal que empuja a la acción a cierto número de expertos que intentan poner remedio y elevar la calidad de la producción, reanudando los vínculos rotos entre artes mayores y artes menores. Empieza así, entrada la segunda mitad del XIX, el movimiento para la reforma de las artes aplicadas, y se instala en Inglaterra, donde los inconvenientes de la producción en serie se han puesto de manifiesto antes y a una mayor escala.
(imagen de este párrafo: Joseph M. William Turner, Lluvia, vapor y velocidad -el Great Eastern Railway-, 1839)

Ahora, doy un salto pasando por encima de las aportaciones y críticas de John Ruskin y William Morris (este último asoció, en el plano político, la producción mecánica al sistema capitalista, vaticinando en un primer momento que la revolución socialista suprimiría la mecanización del trabajo y sustituiría las grandes aglomeraciones urbanas por pequeñas comunidades donde los objetos útiles serían producidos por procedimientos artesanales), para llegar hasta Henry Van de Velde, asociado al art nouveau pero también emparentado con el Werkbund. Desde un primer momento, su intención es la de poner en claro los fundamentos del movimiento y formular sus experiencias de modo que puedan transmitirse y den paso a una renovación general de los métodos de proyectar. Recogió, por primera vez en Europa, el principio moral de las enseñanzas de Morris para desarrollarlo con extraordinaria agudeza. En la primera ocasión que tiene Van de Velde para trabajar en decoración (el arreglo de su casa de Uccle, cerca de Bruselas, en 1894), de acuerdo con sus principios se propone buscar para cada elemento formal una justificación objetiva de orden funcional (en la medida de lo posible) o de orden psicológico, aplicando las teorías de la Einfühlung, en boga por entonces. Desde 1907 (año de fundación de la organización cultural alemana más importante de la preguerra: el Deutscher Werkbund), la actividad de Van de Velde está estrechamente ligada a la de los maestros alemanes, en el seno de este organismo que puede ser considerado como matriz del Movimiento Moderno. Según su propio estatuto, la finalidad del Werkbund era ennoblecer el trabajo artesano, relacionándolo con el arte y con la industria. Recogió la herencia de las asociaciones inglesas inspiradas en la enseñanza de Morris, pero con una diferencia importante: no apunta apriorísticamente hacia la artesanía, ni quiere oponerse a los métodos de trabajo en serie propios de la producción corriente. Pero así, el Werkbund, proponiéndose reunir arte, industria y artesanía, actuando de hecho con procesos y tradiciones diferentes a otros ejemplos de origen medieval aún en funcionamiento en aquel momento (como el Art Workers Guild), abre un problema de método hasta entonces indeterminado, cubierto por la ambigua fórmula de “trabajo de calidad” (Qualitätsarbeit). Así es como empiezan en seguida las discusiones entre las tendencias opuestas: entre los partidarios de la estandarización (Typisierung) y los de la libertad de proyecto, entre los que apoyan el arte y los que apoyan la economía, y, en 1914, entre Hermann Muthesius y Henry Van de Velde.
(imagen de este párrafo: caricatura de Karl Arnold sobre la polémica del congreso del Werkbund de 1914. Van de Velde propone la silla individual, Muthesius propone la silla tipo, y el carpintero hace la silla para sentarse)

Mientras tanto, entre 1907 y 1914, la nueva generación de arquitectos alemanes está madurando en el Werkbund: Gropius, Mies van der Rohe, Taut, teniendo como mediadores entre esta generación y la precedente a Van de Velde y a Peter Behrens. La clara visión teórica del problema arquitectónico de Van de Velde le había hecho estar precisamente allí, donde se está gestando (entre dificultades de todo tipo) la solución más completa y fructífera. Su limitación respecto a los fundadores del Movimiento Moderno es, en el fondo, una limitación de sensibilidad. Se diría que Van de Velde está sorprendido por la velocidad de los procesos y teme que en las grandes empresas organizativas de los alemanes se rompa el delicado equilibrio de la expresión artística. Y es en este sentido como debe entenderse su choque con Muthesius (éste, partidario de la estandarización, mientras que Van de Velde lo era del individualismo) en la reunión del Werkbund de 1914. Pero su posición no es inquebrantable. Más bien, se trata de la trasposición de un juicio artístico al plano teórico, porque quien había participado en la formación del art nouveau, en el refinado ambiente de la Bruselas fin de siècle, no podía aceptar fácilmente las ofensivas simplificaciones de los alemanes en los años que preceden a la guerra mundial. En la larga trayectoria de Henry Van de Velde, hasta su muerte en 1957, apoyó siempre las experiencias renovadoras de las sucesivas generaciones, aunque manteniéndose a distancia para evitar posiciones más activas. La primera parte de su autobiografía concluye con estas palabras:
Como el mal, que lucha perpetuamente por corromper la virtud, igualmente, a través de la historia del arte, un tumor maligno no ha cejado en su intento de manchar o deformar los más puros ideales de belleza del hombre. El breve paréntesis del art nouveau, aquel efímero movimiento sin más leyes que su propio capricho fue seguido (...) por los vacilantes comienzos de un nuevo estilo, por fin disciplinado y proporcionado, el estilo de nuestro tiempo. Dos guerras mundiales han prolongado su difícil crecimiento, pero paso a paso prosigue su camino consciente hacia la madurez. Y, cuando haya sido finalmente alcanzada, la madurez coincidirá con la instauración de una estética racionalizada, en la cual la belleza y la forma serán inmunes a la infección continua del dañino parásito: la fantasía. (Geschichte meines Lebens, Munich, 1962)
¡Ay, Henry, la sorpresa que te llevarías si levantaras la cabeza!


Después de esta parada, viajaré durante un rato a lugares muuuyyyy lejanos y a toda pastilla (o a toda máquina),
al son de un ritmo frenético. Para variar.
Si alguien se apunta... ;D



post scríptum
Por dos caminitos distintos, me ha llegado en esta semana un mismo regalo. Tormenta y Sara los han recorrido hasta aquí y me han concedido el PREMIO CALIDEZ. Y quiero rectificar la frase: nos ha llegado en esta semana el PREMIO CALIDEZ que nos han concedido nuestras amigas Tormenta y Sara. Así, en primera persona del plural, porque la calidez se debe al agradable calorcito de todos los visitantes y comentaristas que anidamos en close2u. Al recibir un premio de esta categoría, jamás pienso en haberlo merecido. Lo digo porque un premio merecido es el pago a un concurso; pero nunca he entendido este blog como si fuera participante de un concurso de popularidad o algo por el estilo. Me siento feliz con cada palabra que, como amigos, me dedicáis en los comentarios. Y seguirá siendo así. Y seguiré ruborizándome con el afecto generoso de los premios que sé que me (nos) conceden quienes me quieren y sólo por eso: porque me quieren, no porque lo merezca. Os agradezco de corazón, tanto a Tormenta (que ahora mismo está en plena desconexión por cambio de destino, pero ¡cuántos buenos momentos compartidos!) como a Sara (a quien estoy conociendo desde hace menos tiempo, y es todo un placer).

Y ahora viene el marrón de pasarlo a otro amigo-bloguero... Lo que me pide el cuerpo es dárselo a todos, pero tampoco se trata de eso. Ya sabéis que os quiero a cada uno y a cada una. Por este motivo, todos deberíais recibirlo... Pensé incluso en organizar una votación entre todos los amigos, ya que el premio es tan vuestro como mío... Pero no acabo de visualizar la forma. Así que me vais a perdonar si me autoconcedo la facultad de pasar nuestro premio: me acuerdo especialmente de Avellaneda, que también está en desconexión temporal por motivos personales y, por tanto, es muy posible que no llegue a recibirlo en breve. Pero pienso que podría ser una sorpresita agradable para su retorno. Por eso, en este caso pido comprensión a los que no nombro, pero que sabéis de sobra que estáis en mi cabeza:
¡¡Os quiero un montón!!

domingo, 4 de mayo de 2008

el sueño de la razón

(40ª parada)
"Las fieras del desierto se encontrarán con las hienas y la cabra salvaje llamará a su pareja; también descansará allí la criatura nocturna y hallará reposo para ella".
(Libro del profeta Isaías, cap. 34: 14)

¡Chicas en el aula! Ésa fue la sorpresa que nos trajo el ya lejano septiembre de 1980, de regreso a las clases para comenzar 6º de E.G.B. Hasta ese año, chicos y chicas entrábamos en un mismo edificio por puertas distintas; pero eso ya fue historia a partir de aquel momento. A los rostros de los viejos compañeros de tantas batallitas infantiles se sumaban ahora nuevos rostros femeninos, que fueron aceptados con risitas y sonrojos pero más rápidamente y con más naturalidad de lo que en ocasiones demuestran nuestros adultos políticos. Y, a mí en particular, me sirvió para conocer algo de mí mismo que había estado ignorado hasta ese mismo año. Como el cambio no era una cuestión que afectara sólo a los alumnos, sino también a los progenitores, sucedió que las nuevas relaciones se extendieron también a los padres. Un día, en casa, me comentaba mi madre que una de las chicas de mi clase era de familia lejana. La muchacha, V. Lucientes, tenía familia en Fuendetodos (el pueblo de nacimiento del pintor Francisco de Goya y Lucientes) que estaba emparentada con el linaje del pintor. La familia de mi abuelo materno, radicada en un pueblo a 7 kilómetros de Fuendetodos, también compartía lazos con los Lucientes. Así que, a mis 11 años, empecé a pensar en Goya como un tatara--lo-que-sea... Es cierto que desde pequeño me habían elogiado por mis dotes como dibujante. Ya a los 10 años había ganado un primer premio local de dibujo que me había hecho mucha ilusión y ahora me encontraba con el asunto Goya. Creo que en estas circunstancias fue inevitable recibir comentarios del tipo "el talento de la familia"... Pero me resultaba difícil pensar en ello porque no conocía a más dibujantes en "la familia". Estoy convencido de que el genio no se hereda, no está en los genes. Se puede transmitir formación de padres a hijos, de manera que se favorezca una mayor predisposición a desempeñar ciertas artes, pero nada de herencia genética. Y yo (aparte de que distaba y sigo distando años-luz de ser un buen pintor) apenas conocía la obra de Goya. No me gustaba demasiado: cuadros oscuros con temas atormentados era todo lo que conocía. Pero todo este asunto del parentesco me movió a interesarme un poco más por las pinturas del tatara-.

Por su contenido, más que por el grabado en sí, uno de mis preferidos es el titulado "El sueño de la razón produce monstruos", catalogado como capricho nº 43 de una serie de 80 estampas. En él, se ve al pintor rendido sobre su mesa de trabajo y, rodeándole, una serie de animales, sus propios monstruos y fantasmas.
Los significados de la lámina pueden encontrarse en varios manuscritos que explican este grabado y sus trabajos previos. Uno de estos manuscritos, que se encuentra en el Museo del Prado, se tiene como autógrafo de Goya. Sin embargo, la explicación que da parece eludir significados más arriesgados para el autor y se queda en cuestiones moralizantes. Dice así: La fantasía abandonada de la razón produce monstruos imposibles; unida con ella es madre de las artes y origen de las maravillas. Los otros dos manuscritos, el de Ayala y el que se encuentra en la Biblioteca Nacional, también destacan la cara más truculenta de la lámina. Respectivamente, dicen esto: La fantasía abandonada de la razón produce monstruos, y unida con ella es madre de las artes (que parece una versión breve, pero casi idéntica, del citado anteriormente) y esto: Portada para esta obra: cuando los hombres no oyen el grito de la razón, todo se vuelve visiones.
En definitiva, con esta imagen Goya querría indicarnos cómo la razón libera sus fantasmas durante el sueño, a través del subconsciente (lo que se supone un anticipo del surrealismo). También podría aludir al deseo del artista por desenmascarar todos los monstruos de la sociedad a través de sus estampas, destacando así el poder de la razón sobre las tinieblas de la ignorancia, filosofía característica del pensamiento ilustrado. Explicaciones, todas éstas, oficiales y que se pueden encontrar en cualquier texto o enciclopedia.

Pero no me resisto a poner mi particular miguita de pan en este asunto. Si hay algo que hace que merezca la pena participar de las cuestiones del Arte es reconocer que las auténticas obras de arte son más ricas que lo que aparentan y que es indispensable la contribución del espectador para que cobren todo su sentido, puesto que son patrimonio del espíritu humano. Y, en este caso, lo tengo además como asunto de familia. Es sabido que el tatara- era un afrancesado. En 1789 el Ancien Régime comenzó a ser demolido en el país vecino por efecto de los ilustrados, los hombres de la razón, una nueva generación de personas que se posicionaron frente a las supersticiones y a todos los enemigos del verdadero conocimiento. Más luz y menos oscuridad. A pesar de todo, los efectos de esta razón supusieron un guillotinesco baño de sangre y barbarie en Francia que le metió dudas en el cuerpo al tatara-. El grabado fue publicado en 1799, curiosamente el año del golpe de estado de Napoleón, quien se convertiría en emperador de los franceses unos pocos años después. El mismo Napoleón que acabó intentando la conquista de nuestro retrasado país. Un país no iluminado pero que contempló la devastación que eran capaces de provocar los iluminados franceses. El tatara- fue cronista de esa devastación (ahí están, por ejemplo, Los desastres de la guerra) y su desengaño se hizo más amargo. El drama de un afrancesado en un país amenazado por los franceses pero que terminó provocándoles una derrota en toda regla, fue que la represión del imbécil de Fernando VII terminó con los huesos del tatara- en Burdeos, donde finalmente falleció. El sueño de la razón produce monstruos. No me cabe duda: cuando la razón duerme, los monstruos se despiertan. Y duele más cuando duerme la razón de la gente razonable. Cuando a los monstruos los traen los mismísimos hijos de la razón que han dejado dormir a su madre. En esta etapa de finales del siglo XX y comienzos del XXI, hemos asistido también al sueño de la razón de las democracias que, tratando de exportar la panacea del sufragio universal, han llevado la desolación a tantos lugares. A veces, la industria armamentística ha sido el somnífero de la razón. Otras, han sido los intereses petrolíferos, estratégicos o de otro tipo los que se han personificado como un auténtico Morfeo para la razón. Los vapores que emanan del dinero son como el cloroformo, potentes soporíferos. ¡Razón, despierta!

Otra de las imágenes que me sugiere este grabado es la del vampirismo. La tradición de los vampiros, criaturas que se alimentan de la energía vital de otros seres (en este caso, de su sangre) está enraizada en las figuras de los súcubos y de los íncubos. Por vía de los mitos mesopotámicos, la tradición esotérica hebrea creó a estos monstruos: los súcubos. Su principal representante es Lilith, considerada por la mitología hebrea como la primera esposa de Adán (antes que Eva), y mencionada como "criatura nocturna" en el texto del profeta Isaías que cito más arriba (la palabra traducida como ave o criatura nocturna es, exactamente, lilith). Los súcubos, de forma femenina (a diferencia de los íncubos, masculinos), eran generados por el propio durmiente. En sus sueños, aparecían estas criaturas que se alimentaban precisamente de sus sueños, de sus pensamientos, de su energía vital. Al margen de estas cuestiones mágico-literarias, me interesa pensar cómo nuestros miedos, por ejemplo, son como súcubos que agotan nuestra energía sin compasión. Nosotros los creamos y ellos mismos nos van destruyendo. Y el grabado del tatara- me recuerda lo alerta que hay que estar frente a los miedos, lo contrarios que son a la razón y cómo se aprovechan, justamente, de que la razón duerma para que ellos puedan cobrar vida. Y junto con estos monstruos imaginarios también hay otros monstruos más reales, como son los vampiros de carne y hueso que roban nuestras energías vitales. Me refiero a personas que, al margen de chupar sangre (para eso ya está Hacienda), se aprovechan de la sinrazón del chantaje emocional, de la manipulación a través de los sentimientos, de la anulación de la razón como herramienta de juicio, para dinamitar nuestras fuerzas vitales. ¿Quién no ha experimentado relaciones así? Conozco a personas de este tipo. Y lamentaría mucho haber sido esta clase de vampiro para otras personas. Frente a conductas como las descritas, propongo otro tipo de canibalismo más constructivo como aquél del que habla Umberto Eco en una entrevista concedida a la publicación argentina Página 12: "Con el estudiante hay una relación caníbal (...) Uno come sus carnes jóvenes y ellos comen tu experiencia. Hay gente infeliz que pasa los primeros años de su vida con gente más joven para poder dominarla, y cuando envejecen están con gente más anciana. A mí me pasó lo contrario: cuando era joven estaba con gente mayor para aprender y, ahora, teniendo estudiantes, estoy con jóvenes, una manera de mantenerse joven. Es una relación de canibalismo, nos comemos el uno al otro. Por eso, a pesar de mi jubilación, no dejé de tener una relación universitaria. Todo eso está en mis novelas, donde siempre hay una relación entre un joven y un maestro más anciano".
Algo más parecido a la simbiosis que a una mera depredación. Y, en todo momento, al menos uno de ambos mantendrá despierta la razón.
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Sigo mi viaje. Despacito, para ver el paisaje en la riqueza y en la nitidez de cada detalle, no como una mancha borrosa.
Aunque me cueste una multa por defecto de velocidad.
¿Te vienes conmigo?