sábado, 16 de octubre de 2010

windows

(área de descanso nº 104)


Se me pasan los días
Se me pasan los días sentado
Se me pasan los días sentado mirando una ventana
Se me pasan los días sentado mirando una ventana que ilumina mi rostro
Se me pasan los días sentado mirando una ventana que ilumina mi rostro con una luz débil
Se me pasan los días sentado mirando una ventana que ilumina mi rostro con una luz débil procedente de muchos lugares
Se me pasan los días sentado mirando una ventana que ilumina mi rostro con una luz débil procedente de muchos lugares y de ninguno.

Hay otra ventana
Hay otra ventana a mi espalda
Hay otra ventana a mi espalda que apenas miro
Hay otra ventana a mi espalda que apenas miro sin saber por qué
Hay otra ventana a mi espalda que apenas miro sin saber por qué no me atrae tanto
Hay otra ventana a mi espalda que apenas miro sin saber por qué no me atrae tanto aunque su luz es más auténtica
Hay otra ventana a mi espalda que apenas miro sin saber por qué no me atrae tanto aunque su luz es más auténtica y su realidad más próxima.

Hoy me he decidido
Hoy me he decidido por fin
Hoy me he decidido por fin a dar la vuelta
Hoy me he decidido por fin a dar la vuelta a la silla que me sujetaba
Hoy me he decidido por fin a dar la vuelta a la silla que me sujetaba al mundo pixelado
Hoy me he decidido por fin a dar la vuelta a la silla que me sujetaba al mundo pixelado para mirar al otro mundo
Hoy me he decidido por fin a dar la vuelta a la silla que me sujetaba al mundo pixelado para mirar al otro mundo por unos instantes.

Se han caído
Se han caído las escamas de mis ojos
Se han caído las escamas de mis ojos y ha sido emocionante
Se han caído las escamas de mis ojos y ha sido emocionante ese breve tiempo
Se han caído las escamas de mis ojos y ha sido emocionante ese breve tiempo dedicado a mirar de verdad
Se han caído las escamas de mis ojos y ha sido emocionante ese breve tiempo dedicado a mirar de verdad lo que había tras la ventana
Se han caído las escamas de mis ojos y ha sido emocionante ese breve tiempo dedicado a mirar de verdad lo que había tras la ventana que no parecía importante.

jueves, 14 de octubre de 2010

noche blanca

(área de descanso nº 103)
"Nuit Blanche explores a fleeting moment between two strangers, revealing their brief connection in a hyper real fantasy".
(Arev Manoukian, director de "Nuit Blanche")

De chavalito tuve una guitarra. No estaba nada mal (la guitarra). Nunca aprendí a tocarla como me había propuesto y acabé regalándola, pero tuve una guitarra.
Pasados los años, sólo una lección me quedó en claro. La aprendí cuando me explicaban cómo afinar las cuerdas, tratando de sintonizar la frecuencia que da (al ser pulsada) una cuerda que está siendo "pisada" entre dos trastes determinados con la frecuencia que da otra cuerda contigua pulsándola al aire. El asunto es que, en el caso de que la afinación sea correcta y la nota que emitan esas dos cuerdas en esas condiciones sea la misma, la pulsación de una de las cuerdas provocará (por simpatía, sin siquiera ser pulsada) la vibración de la otra, revelando así esa coincidencia de frecuencias. A ciertas edades, este tipo de acciones a distancia no deja de provocar una gran fascinación. ¡Quién iba a sospechar que el aire entre dos cuerpos (ese ente tan liviano, tan sutil) tuviera tanto poder como para transmitir esos susurros del alma! ...aunque sólo fueran almas de cuerdas de guitarra.
El tiempo transcurrido desde entonces nos sigue enseñando a los que fuimos niños curiosos que ese mismo aire que transmite estremecimientos entre las cuerdas de un instrumento musical, por un fenómeno puramente físico, también es capaz de hacer llegar de persona a persona otro tipo de vibraciones, quizás semejantes a las de las cuerdas (¡quién sabe!), basándose en fenómenos que ya no me atrevo a encuadrar exclusivamente en el campo de la física, en el de la química ...o en cualquier otro distinto de ellos.


Hoy mismo ha vuelto a ocurrir. Cambia el escenario: da lo mismo noche, atardecer, mediodía... Cambia el color: es indiferente en blanco, azul, amarillo... Pero, desconociendo en qué momento o en qué lugar sucederá, descubres al fin que otro intérprete está tocando la misma música que tú llevas en el interior. Y, en ese breve instante eterno, en la fugacidad de lo perdurable, te maravillas ante la persona que delinea con sus pupilas, pinta con sus iris, rubrica con sus labios, la idéntica partitura que a ti mismo te está haciendo vibrar.