"El siglo XXI será espiritual o no existirá".
(André Malraux)
Alguien hizo correr la burda patraña de que la gente ya no sería religiosa en estos tiempos. No creas esas infamias, Argus. Estas gentes sí que lo son. Y mucho. Ni te lo imaginas. Pero debes comprobarlo por ti mismo, con tus propios ojos, si quieres llevar un informe cabal sobre este asunto.
Los abundantes templos, que siempre están llenos de discípulos, tienen sus paredes adornadas con las imágenes de esos dioses a los que rinden veneración. El culto no se abandona, sino todo lo contrario. Los fieles iniciados se visten con sus ropas para las ceremonias y acuden puntuales a celebrar sus ritos. Se sacrifican hasta lo indecible para rozar la perfección aunque sea con las puntas de los dedos. Son muy regulares en la asistencia a los servicios religiosos, los hay que incluso acuden a diario. Los sacerdotes dirigen agotadoras sesiones de comunión con un anhelado más allá. Los devotos fieles, rebosantes de camaradería, repiten las liturgias con determinación. Actividad y más actividad, Argus. Los reclinatorios, lugares de meditación e incluso potros de autoflagelación están siempre llenos. Hasta se llega a esperar turno para disponer de ellos cuando no están vacantes. Cualquier sacrificio es poco. Han reformado sus hábitos de vida e incluso han adoptado una forma distinta de hablar y de referirse a las cosas de su religiosidad. El camino de santificación está muy transitado y las marchas por él transcurren a ritmo vivo y constante. El aroma de esta religiosidad se respira en los templos por doquier.
¿No me crees, Argus? Entonces acompáñame a sus templos y obsérvalo con tus propios ojos.
En clara alusión a la desnudez que experimenta el hombre ante los dioses, ellos han tenido a bien llamar gimnasios a sus templos. Llegas a ellos y te vistes para la ocasión, con esas especiales ropas litúrgicas. Hay unas sacristías preparadas para la ocasión. También allí tienen lugar las sagradas abluciones. En cuanto entras a las distintas capillas del templo puedes percibir ese olor acre que todo lo impregna, a modo de un incienso que invita a la concentración en la tarea. Diría que es parecido al olor de la transpiración. Algunos sacerdotes, que ellos llaman monitores, dirigen ciertos oficios en determinadas capillas del templo ante una congregación de fieles que imitan sus danzas extáticas, rituales coreografías e invocaciones iniciáticas. Algunos se ayudan de extrañas máquinas o de objetos sagrados, bendecidos a los dioses para tales ocasiones. Puedes comprobar que hay beatos que acuden a su cita diaria con las divinidades, sin faltar ni una ocasión. Las ausencias les producen gran frustración, demuestran con ello no querer apartarse por nada del culto que rinden a los dioses, tal es su fidelidad. Algunos la llaman vigorexia, pero no adivino los entresijos del vocablo, ignoro sus peculiares formas de hablar... aún no soy un iniciado, apenas un diletante. Quizás cuando sea un adepto más experimentado y me adentre en los secretos de los ritos, pueda comprender el significado de estas cosas.
De momento, sus letanías me resultan confusas, tan llenas de palabras extrañas como proteína, isquiotibinoséqué, bodicómbat, bodipamp (es notorio que recitan bastantes palabras que empiezan con bodi...), aeróbico, metabolismo, deltoides, fúting, estréching, espíning (también muchas de las recitadas acaban con ...ing), abdominales, carbohidratoides (o algo así), pronación... ¡y muchísimas más que me cuesta recordar! No creo que pueda asimilarlas todas...
Y en las capillas del templo, en sus paredes, están siempre los ídolos a los que adoran, como imágenes reflejadas de sí mismos, a las que buscan parecerse. A ellos les dedican sus esfuerzos, sus miradas, lo más selecto de su devoción.
¿Y nos decían que esta época ya no iba a ser religiosa?
Espera a que volvamos a nuestro tiempo, querido Argus, y les contemos a todos los Grandes Sacerdotes del Concilio Supremo lo que hemos visto aquí. Nos advirtieron de que mantuviéramos bajas nuestras expectativas en estos tiempos futuros, que no tuviéramos esperanzas en hallar comunidades de fieles, que habrían desaparecido o que estarían ocultas por miedo a ser perseguidas. Pero es todo lo contrario. Expresan en público y con liberalidad sus creencias, al tiempo que no cejan en tareas de proselitismo.
¡Qué contentos se van a poner con nuestro inesperado testimonio!
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