(área de descanso nº 137)
"La verdad es que
grietas
no faltan
(...)".
(Mario Benedetti)
¿Y si me diera por aventurar posibles pasados remotos? Solo como juego, nada de afán científico.
También te habrán contado a ti eso de que antiguamente los continentes estaban unidos en uno solo, al que se le ha llamado
Pangea (es decir,
"toda la tierra"). Hasta ahí, bien. Ahora entro yo con la imaginación.
Y pienso: ¿el ser humano comenzó a habitar el planeta antes o después de que los continentes se separaran? ¿Tú qué crees? Ya sabes, solo como juego, dejando volar la imaginación.
Me inclinaría a pensar como más probable la opción
"después de". Sinceramente, me cuesta imaginar al ser humano viviendo en un mundo que no esté dividido. La otra opción es que apareciera en el
mundo pangeático y que nuestros propios antepasados, horripilados por un mundo sin fronteras físicas debidamente acusadas, acabaran por agrietarlo de tal manera que provocaran la separación de los continentes. Empujando en dirección contraria al vecino. Ríete de la tectónica de placas.
Luego, el
desarrollo humano llevó a técnicas menos traumáticas para las tierras emergidas y se inventaron las fronteras políticas: grietas sobre los mapas con las que justificar más de un conflicto. Cosas de la civilización y el progreso.
Pero reconozco que me producen enorme fatiga estos juegos que no terminan bien, así que no te importe si lo dejo aquí mismo. Sobre grietas y divisiones socio-político-económicas, ya están las noticias llenas. Será que tenemos poca vocación ingenieril, pero eso de
convertir muros en puentes se ha quedado apenas en una bonita expresión con escasas manifestaciones en el devenir de los países.
Pensaba ahora en otras grietas y divisiones. Nuestro cerebro está físicamente "dividido" por una gran
grieta en el centro, dejando dos
mitades a derecha e izquierda. Los que han estudiado este órgano nos han dicho,
grosso modo, que en una parte se controla nuestro ser más emocional (en la derecha) y en la otra el más racional (en la izquierda). Sin embargo, aun presentando un rasgo morfológico tan acusado, nuestra manera de entender las cosas no puede ser dividida tan drásticamente. En realidad, lo mezclamos todo. Afortunadamente.
Pero esa tendencia que tenemos de desmenuzar la Pangea sigue también presente hoy en día en la forma en que percibimos, conocemos, aprendemos. Quizás el arquetípico hombre renacentista entendiera nuestra especialización como un severo límite al conocimiento. Por nuestra parte, lo que entendemos es que la especialización es la única forma de sobrevivir en la maraña e inmensidad de un todo ya imposible siquiera de imaginar en su amplitud, cuánto menos de abarcar.
Dicho de un modo más gráfico: si lo que conocemos se pudiera representar por el área de un círculo, está claro que al aumentar nuestro conocimiento, es decir, al aumentar el área del círculo, también aumenta la longitud de la circunferencia, que es la frontera con lo desconocido. Pero, ¿avanzaremos siguiendo
sectores circulares (avance rápido en una dirección concreta, descuidando el resto, o lo que es lo mismo: conocimiento repartido en radios de muy distinta longitud) o avanzaremos siguiendo
coronas circulares (avance más lento en todas las direcciones pero manteniendo un equilibrio en todas las áreas, con radios de longitudes semejantes)? No me refiero tanto al avance del conocimiento del total de la humanidad, puesto que podemos repartírnoslo y ahí la especialización se entiende de otra forma, sino al avance del conocimiento individual. Ambas tienen sus
pros y sus
contras, evidentemente. Y pasaríamos a hablar de la utilidad del conocimiento en el sentido más pragmático o de una formación integral que cada vez parece más irreal.
Casi como si de una legítima justificación de ignorancia se tratara, se repite en demasiadas ocasiones la expresión
"soy de ciencias" o
"soy de letras" (y ahí queda eso), la gran división del mundo del saber que, en mi caso, me vino impuesta después de cursar el 2º del B.U.P., a los 16 años.
Que alguien diga
"soy de ciencias" (y ahí queda eso), tratándose de un ser humano, por tanto con una creatividad innata y una capacidad para deleitarse en cualquier campo artístico o fruto del genio humanístico, resulta una limitación incomprensible. De la misma manera que no se puede entender que alguien diga
"soy de letras" (y ahí queda eso), viviendo en un mundo y en un cosmos sujeto a leyes físicas y que habla el lenguaje de la ciencia, expresado en términos matemáticos. Por más que sigamos triturando la Pangea (lo que queda de ella) con grietas que no vienen a cuento, lo cierto es que todo está muchísimo más interconectado y hermosamente relacionado de lo que pretendemos con estos simplismos.
Una imagen más para terminar. Imagina una barrica. Su cuerpo está formado por unas piezas de madera, llamadas duelas, que van de una tapa a la otra del tonel. Todas las piezas tienen la misma dimensión, que es la que determina la altura de la barrica y, por tanto, el volumen de líquido (o lo que sea) que vaya a contener. Imagina ahora que cambia la longitud de las duelas. Unas serán muy cortas y otras serán muy largas, respecto a la longitud media del total de duelas. Y se construye una barrica con estas duelas de forma que, desde la base, unas llegan a poca altura y otras alcanzan cotas más altas. Se atan las duelas con los anillos metálicos y se cierra por debajo (donde todas las duelas están juntas), pero no por arriba (donde hay unas duelas que no alcanzan la misma altura que otras). Bien, ahora se trata de llenar la barrica. Es incuestionable que la altura máxima que alcanzará el líquido en la barrica será la misma que tenga la duela más baja. Si se pretende seguir llenando a partir de ahí, el líquido se derramará fuera de la barrica. No importa cómo sean de altas las duelas más alargadas (la solución no estará en hacer más largas las que ya son largas), el factor que provoca el derramamiento es la escasa longitud de algunas duelas.
Pienso que con el conocimiento puede pasar otro tanto: no importa cuánto conozcamos sobre ciertos temas en concreto, nuestro saber se derramará sin remedio si no somos capaces de aprender más sobre otros temas también esenciales y de los que ignoramos casi todo. Esta ignorancia imposibilita que seamos capaces de relacionar armoniosamente las partes del todo y de saborear con agrado el maravilloso sendero del conocimiento.