lunes, 19 de diciembre de 2011

cuando la ambición supera los límites

(área de descanso nº 163)
"Lo llamaron 'alivio', pero era mucho más que eso. Le pusieron docenas de nombres: 'Ley de Recuperación Nacional', 'Administración de Obras Públicas', 'Cuerpo de Trabajos Civiles'... pero todo se resumía en una cosa: Por primera vez en mucho tiempo, alguien se preocupaba por los demás. Por primera vez en mucho tiempo, nadie estaba solo".
(narración en off, correspondiente a los años de recuperación económica posteriores a la crisis de 1929, en el film Seabiscuit)

Hace mucho tiempo que perdí contacto con un amigo. Ya no sé cuál es su paradero. Pero siempre lo recordaré por una anécdota que nos contó a su vuelta de África. Se marchó una temporada como voluntario en una ONG para trabajar en proyectos de desarrollo en Burkina Faso. Decía que había una cosa que le impresionaba cada día, día tras día: él dejaba por las noches su calzado deportivo en la ventana del lugar que le habían asignado como alojamiento y, cuando lo recogía por las mañanas, se encontraba a una nutrida tropa de niños de la aldea admirando aquel par de zapatillas.
No se volvió con ellas. No porque se las robaran o desaparecieran misteriosamente, sino porque decidió regalarlas antes de marchar. Por lo que lo conozco, sé que no fue un acto que sirviera para acallar su conciencia a la vez que resultara generoso. Él ya es muy generoso, no necesita andarse con demostraciones para la galería. Por su relato, se adivinaba que era más bien una consecuencia del desprendimiento.
"¿Para qué quiero yo tantas cosas? No las necesito", se le escapaba de cuando en cuando.
De vuelta al hogar, ahora parecía vivir incómodo en su propio país, hostigado por tantos objetos estrafalarios e innecesarios.

Y seguro que tenía (tiene) mucha razón. Absorbidos por el medio, es más difícil captar la verdadera medida de las cosas: Entre ricos, uno se siente indigente, que carece de todo, y convierte cada cosa superflua en esencial. Entre pobres, se valora cada pequeño detalle, se considera uno un magnate que flota sobre la abundancia, y tantas cosas que parecían básicas ahora se ven como lujos o prescindibles. Empero, suele faltar el equilibrio: la ambición en su justa medida, un motor para la prosperidad y el progreso de todos, nunca una fuerza oscura que empuja (aunque sea indirectamente) a la rapiña y el saqueo de los demás.
En muchas ocasiones, creo que Occidente (entiéndase la palabra: el estilo de vida de Occidente) tiene una venda en los ojos. Rodeado de pobres, se siente pobre. Pero porque no ve lo que le rodea, o no quiere verlo, o le parece que sus agobios y desvelos son provocados por descomunales problemas que debe resolver para su supervivencia. Y no es así. Pero es el precio de la ambición desmedida.

En el film La lista de Schindler, después de haber invertido toda su fortuna en proteger a un buen número de judíos del exterminio organizado por los nazis, se lamenta al final Oskar Schindler por el hecho de haber conservado un vehículo o una valiosa insignia que pudieran servir para el rescate de más vidas. Y es él mismo, ya despidiéndose y provocando cierto estupor en quienes acaba de rescatar (después de todo cuanto había hecho y arriesgado, ¿todavía estaba en situación de reprocharse algo?), Schindler en persona, quien reconoce que ha sido la vanidad lo que le impidió actuar incluso con mayor desprendimiento. Conmueve ver cómo alguien llega tan al límite. Y, sin embargo, acierta denunciando a la vanidad.
Comentaba Annie Leonard en su conocido vídeo (no me canso de enlazarlo en este blog) La historia de las cosas, The Story of Stuff, que esa flechita dorada del consumo (que es, a fin de cuentas, el motor de todo el sistema) se alimenta de nuestra vanidad, nuestro deseo o necesidad de mostrar a los demás una corteza que sea reveladora de un estatus lo más elevado posible, influencia, poder... También, la vanidad de la autogratificación, que nunca da satisfacción completa y nos tiene girando en una especie de rueda-de-jaula-de-roedores que nos desgasta sin proporcionar felicidad. Qué subidón nos da cada vez que estrenamos algo y qué poco dura. Podría decirse que es parecido al efecto de una droga. Nuevo coche, nuevos zapatos, nuevas ropas, nueva vivienda, nuevos muebles, nuevos electrodomésticos o equipos electrónicos... Y todo queda obsoleto en poco tiempo. Se esfuma la sensación y hay que volver a alimentarla, gastando en pequeñas tonterías lo mismo que podría alimentar a familias enteras durante mucho tiempo.

Vanitas vanitatum omnia vanitas... Y toda esa vanidad aprieta aún más la venda que llevamos puesta en los ojos. Para no ver.
Y las distancias siguen aumentando.
Aquí, nosotros hablamos de crisis y en lejanos lugares mueren por cientos de miles...
Y nosotros podremos seguir hablando indefinidamente de nuestras terribles crisis de niños ricos.



"El mundo es suficientemente grande para satisfacer las necesidades de todos,
pero siempre será demasiado pequeño para satisfacer la avaricia de algunos".
(Mahatma Gandhi)

16 comentarios:

  1. Poco puedo añadir, que nos conocemos la teoría pero seguimos el mismo ritmo de vanidad.. será que esta sociedad se alimenta de su propio consumo.
    Habría que hacer un cambio muy profundo.

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  2. Difícil de digerir tanta verdad, tan absoluta y cruel verdad... cuanto más necesitamos más tenemos y cuanto más tenemos, más vacíos nos sentimos. No sé hasta cuándo pero sé que este "nuestro mundo" no se puede mantener así, al menos no con nuestro silencio.

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  3. Precisamente estoy leyendo un libro en el que se habla del valor de la mercancia, que por lo visto es más caro que el de la felicidad.

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  4. Necesitamos un cambio muy, muy radical ¿Quien se atreve?
    Fantástico post
    Un beso.
    Reina del Mambo

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  5. Asumir que no soy buena persona, que cualquier niño que pasa hambre podría ser uno de mis hijos, que nos sobra el 99% de nuestras posesiones... Ver esos pies descalzos... duele y mucho.
    Gracias por zarandear un poquito, deberíamos hacerlo más a menudo.
    El cambio está en mi, es una manera de empezar a cambiar, no? Pero responsabilizarse cada uno de nuestra parte escuece, es más sencillo esperar que otros hagan el cambio. Pescadilla que se muerde la cola. Agotador. Ufff.
    Besos

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  6. a veces es cuando solo volteamos a ver... y a veces nos quejamos
    o solo "sufrimos" por algo tan vano.

    deberiamos aprender...

    a veces la felicidad son solo resquicios... instantes o pequeñas cosas que alguien desecha y otros pueden ser un tesoro.


    besos :) mua

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  7. Hoy mi estimado Raindrop...sólo guardo silencio... y asiento totalmente con tu entrada.Gran entrada...estoy esperando ese cambio radical tan necesario...tiene que ser muy radical porque es muy necesario...de seguir así no me quiero imaginar lo que tendrán que ver nuestros ojos...y mis ojos son de los que aunque no vean...mi corazón si siente...que se le va a hacer...soy así de humana...o tendríamos que decir Bicho raro humano? cada vez me siento más así...
    Abrazotedecisivo Raindrop

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  8. ¿Te apuestas algo a que, con 5 millones de parados, España echa el resto estas Navidades y está al nivel de Francia o Alemania en compra de Ipads e Iphones?
    Somos más objetivamente más pobres que hace apenas un par de años, pero por Dios que no se nos note. Que no lo noten.

    Vanitas vanitatum omnia vanitas...

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  9. Raindrop acabas de conseguir que me sienta una humana mas, no porque me sienta bien cuando estrene algo pues si te digo la verdad soy de pocas compras.
    Tu ya me conoces que quiero yo expresar cuando simplifico con la palabra "humano". Bueno pues eso.
    Te mentiría si te dijera que no lo pienso y mucho lo que tu expones en tu post. Pero.... quién tiene la culpa de nacer donde nace?
    Si yo hubiera nacido en un país desfavorecido te aseguro que no habría conocido tu blog, sobre todo porque no tendría ni pc y mucho menos sabría que es Internet.
    Realmente me siento mal cuando alguien nos tira un pelín de las orejas y nos recuerda que "otros" no tienen ni las mínimas necesidades básicas cubiertas. Pero considero que es necesario y que haya personas como tu que nos lo recuerde de vez en cuando.
    Un amigo mío apadrinó a un niño de Somalia y me contó que le trajo a su casa unas vacaciones con permiso de su familia claro. El pequeño se asustó cuando vio que del grifo manaba agua. Esas cosas son las que me hacen pensar...
    Definitivamente me marcho a mi planeta, aquí no pinto nada amigo.
    Muaaackkkkkk.
    Como siempre, GENIAL!!! ;*)

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  10. un golpe de realidad pero con toda la razón del mundo.

    biquiños,

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  11. Un post fantástico! Yo viajo con mucha frecuencia a la India y es un golpe de realidad en estado puro... Nosotros no podemos quejarnos de nuestra crisis cuando en otros países, los padres amputan miembros a sus hijos oara que den lástima y conseguir más limosnas! Hemo sido un país y una sociedad que ha vivido muy pir encima de nuestras posibilidades! Creo que en el colegio de viaje de fin de curso, tendrían que llevarles como voluntarios con alguna ONG para que aprendiesen el valor de las cosas y el poco valor de la vida en algunos países menos afortunados!

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  12. Desde luego es muy para reflexionar lo que escribes, la imagen de una hámster corriendo en una rueda es inmejorable.

    Lo malo de que no se solucione la pobreza es que al final todos nos sentimos cómplices, y de alguna forma eso lleva a cierta insensibilización, cierta angustia a mirar eso, y al no mirarlo o hacerlo lo justo sigue sin solucionarse.

    Al final la idea que empieza a tener mucha gente es que esos núcleos de pobreza se mantienen porque interesa y no se arregla por falta de voluntad y no por nada más. Y eso es estremecedor.

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  13. Releo tu post ahora con tiempo, antes lo había hecho a la ligera desde la pantalla del celular, donde no había podido ni siquiera ver los videos, que por cierto don desgarradores. Con ese desgarramiento que produce la verdad cuando se la presenta en crudo.

    Le doy vueltas a este asunto desde siempre. En una parte de mi vida me ha tocado vivir con muy poco, con casi nada prácticamente. Escuchaba esa mujer que en perfecto francés decía que no tenía mesa donde comer ni lugar en donde recibir visitas. Yo he pasado por eso en un país bastante más "civilizado" que el Congo. He tenido que comer sobre una valija y dormido en una habitación sin baño (y no en plan de turismo aventura, claro). Quizás de ahí venga mi sensación de vacío cuando me compro cosas superfluas, no tengo satisfacción más efímera que la que siento cuando salgo de un negocio de ropa.

    Sin embargo, luego de darle muchas vueltas a este asunto he concluido algunas cosas.
    Entre ellas, que la producción de bienes en general es necesaria porque es generadora de puestos de trabajo, si bien muchos de ellos pueden parecer superfluos, contribuyen a otras industrias que no lo son. Digo... las producción de remedios, de vacunas, de mejoras en los alimentos para volverlos masivos o que se conserven si tienen que transportarse de un país a otro, la producción de materiales descartables para uso medicinal, el acero para las agujas o las herramientas quirúrgicas, las mejoras en la seguridad para los viajes en auto o en aviones, etc, etc, etc... todo ello es necesario, y la plata destinada a eso debe salir de algún lado, debe moverse.

    Lo que en definitiva hay que modificar es la distribución más equitativa de todo y que el poder no quede en manos de pocos, generar quizás otras formas de producir, leyes que impidan los monopolios, que compensen las diferencias, etc, etc. Hay mucho por hacer. Lo que no se puede es parar la rueda. Solo hay que replantearse su trayectoria.

    Mi humilde aporte a tu más que acertada reflexión.

    Como siempre, tus pensamientos volcados en la escritura no dejan de sorprenderme.

    Besos y buenas vacaciones

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  14. Montse
    Esta sociedad se alimenta de su propio consumo y se consume por su propio consumo. Todo en uno.
    besos

    Avellaneda
    Es un ritmo que parece insostenible.
    besos

    aina
    Y eso que la felicidad no se puede comprar. ¿Y le han puesto precio en ese libro? ¡Oh!
    besos

    Concha
    Eso: ¿quién se atreve?
    Nos puede la vanidad, aunque solo sea un poquito.
    besos

    River
    Exacto: el cambio está en mí.
    Si tengo que esperar a que otros empiecen, entonces es que estoy poco dispuesto.
    besos

    Jo
    Miramos poco. Para no ver.
    Y esa felicidad entre resquicios no deberíamos desdeñarla. Como bien dices, son tesoros que no se pueden desperdiciar.
    besos

    Sara
    El cambio debe ser radical, pero sobre todo personal. Una suma de pequeños cambios es lo que hace el gran cambio.
    besos

    Maeglin
    No puedo estar más de acuerdo con eso que comentas.
    un fuerte abrazo

    Vicky
    Somos una especie muy rara, los humanos. Capaces de lo mejor y de lo peor.
    Mira ese contraste que comentas: allí no tienen agua y aquí se derrocha en los grifos. Es difícil que un niño pueda explicárselo.
    besos

    Aldabra
    Es contundente la realidad, sí. Lo que hacemos es amortiguarla, para que no duela tanto.
    un besiño

    Nikita
    Bienvenida.
    Interesante esa propuesta de viaje de fin de curso. ¿Qué mejor lección se les podría enseñar a unos chavales?
    besos

    Sonja
    La rueda del hámster se convierte en círculo vicioso cuando nos metemos en ella. Y rodando en el círculo, llegamos a justificar lo injustificable y a razonar irracionalmente...
    besos

    Dani
    Tienes razón, pero con una salvedad. Toda esa riqueza raramente revierte sobre los países tercermundistas. Quienes se benefician casi en exclusiva son los países ricos. Si no, ¿cómo explicar que en países de África millones mueran por consumir agua que no es potable? ¿Por qué las farmacéuticas tratan de hacer su agosto en países pobres?
    Si el progreso nos llevara a todos de la mano, las diferencias no serían cada vez mayores entre un mundo y el otro. Pero un mundo parece que solo vive para esquilmar al otro y luego darle la espalda. Terrible.
    besos

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  15. Conforme nos alejamos de Navidad, nos distanciamos de los buenos deseos. Personalmente, no me gusta cómo la celebramos, le haría vudú a Papa Noel. De niños, nos gusta todo, ponemos la ilusión en lo que llega nuevo a nuestras manos. Nos alimentamos de lo que tenemos.

    Con los años, nos medimos frente a lo que ya no tenemos, y notamos el vacío. En Navidad, el hueco se duplica: nos faltan personas y motivos.


    Como sociedad, nos domina la tristeza. Por eso, las zapatillas son un útil más mientras que para otros, encierran la ilusión de un deseo. Te dejo un enlace, Chantal Maillard habla de esto con mucha más solvencia que yo. http://elpais.com/diario/2007/06/16/babelia/1181950750_850215.html

    Sds

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