sábado, 22 de diciembre de 2012

la travesía del desierto

(etapa final del retiro)

Es posible que la palabra desierto tenga más connotaciones negativas que positivas. Puede ser. Aunque en estos asuntos tan subjetivos no me atrevo a pronunciarme. Es más, pensándolo con detenimiento, tampoco puedo decir si para mí es una palabra que me sugiere más cosas buenas que malas o viceversa. Depende de muchos factores: el momento, las emociones, las circunstancias...
El desierto es un lugar inhóspito, un reducto de soledad, un lugar que aparenta ausencia de vida, un paradigma de escasez y de sencillez. El desierto es también lugar de retiro, entorno de meditación, el laberinto sin muros, la esencia de la prueba interior. El desierto puede ser todo eso o nada de eso, depende de cómo se permanezca en él.

Este desierto se acaba para mí. Ya atisbo las últimas dunas. Un poco más y el retiro habrá terminado. Un retiro intermitente, en cierto modo. Ha habido momentos en que algún pensamiento quería cobrar forma propia, se removía en el interior esforzándose por salir y arrastrándome con él. Es comprensible: la prolongada ausencia de palabras llega a producir dolor.
El retiro ha dado sus frutos. Algunos objetivos se han cumplido y otros no. Pero no importa, la vida continúa más allá del desierto. Ahora comienza otra etapa, con cosas nuevas y cosas antiguas, como todas las etapas.

Poco más que decir. Volverán las rutinas, volverán los viajes, volverán los escritos, volverán las oscuras golondrinas...
Unos días finales de descanso, al final del retiro, al final de la travesía del desierto. Y nada más.

lunes, 17 de diciembre de 2012

mi tesoro

(desde las procelosas estepas del retiro)

Parecería un ejercicio de oportunismo hablar de la ficción literaria de Tolkien, ahora que se acaba de estrenar la versión cinematográfica de "El hobbit", pero solo me voy a referir (y de pasada) a uno de sus personajes. Cuando pienso en Gollum, pienso que su legado, obviando el manido tema de la bipolaridad, puede resumirse en un par de cosas. Brevemente: Por un lado, la idea de que el poder que se desea, cuando se lo tiene y no se lo usa para servir a los demás, acaba por corromper desde lo más profundo a quien lo atesora. Y de qué manera. Por otro lado, una locución de dos palabras, que es la que da título a este post. Me voy a quedar con esto último, en plan jocoso.

Trasteando por la blogosfera, hace ya algunos meses, encontré una página extraordinaria. La de un tipo genial, que escribe de forma alucinante. Alucinante de bien. Profundo, con fuerza, talentoso, emocionante, elegante, directo... Y lo más sorprendente es que en un montón de publicaciones (el tipo es, además, prolífico) apenas tiene, en total, unos pocos comentarios. La mayoría de las entradas no tienen ni un solo comentario. Es como si eso no lo leyera nadie o como si los que leyéramos luego fuésemos incapaces de escribir una sola frase coherente. Alguna vez me he planteado, después de leer lo que escribe, que lo más sensato que podría hacer yo es cerrar el blog y "colgar el boli". No tiene sentido emborronar el espacio virtual después de semejante exhibición. Me siento tan minúsculo... ¡qué baño de humildad! Pero, bueno, también he pensado otra cosa. Después de ver ese espacio inmaculado, como nieve que no ha sido hollada, ¿por qué no seguir escribiendo para proteger tal paraíso? En plan distracción, para que nadie lo descubra, quiero decir.

Quizás esto aparente ser una absurda contradicción. Lo que apuntaba hacia la recomendación de una página se ha convertido en ninguna página recomendada. Empero, no es tan absurdo como parece. Sí que tengo una recomendación. Mi recomendación es que no desveles aquello que puede ser desnaturalizado, si no se deriva ningún provecho evidente de tal revelación. En otras palabras: Si eres Fleming y descubres la penicilina, no te la quedes para ti, porque tal reserva no va a beneficiar a nadie, ni siquiera a Fleming ni a la propia penicilina. Si eres Colón y descubres América, mejor que te lo calles, porque pronto encontrarán la forma de depredar las nuevas tierras. De todas formas, tarde o temprano, alguien la descubrirá y podrás dormir tranquilo al no ser el responsable de lo que suceda a partir de ahí. Por supuesto, es una ingenua recomendación que no es preciso que sea tenida en cuenta. Me la aplico para mí y por eso no voy a cometer la torpeza de dar detalles de mi hallazgo. Posiblemente, eso aumentara sus lectores en media docena, como mucho. Pero, ¿y si no fuera así? ¿Y si el boca a boca corriera como la pólvora y apareciera una legión de lectores? ¿Y si a partir de ese momento proliferaran los comentarios y el escritor, abrumado, sintiera que ahora se debe a sus lectores? ¿Y si eso acabara con aquel espacio maravilloso?
No puedo correr un riesgo semejante.
No. Es todo para mí, es mi tesoro. Mi tessssoooooooroooo.

domingo, 9 de diciembre de 2012

cuadrando el círculo

(todavía más pensamientos desde el retiro)

Un ser humano, visto desde fuera, revela una aparente simetría. Por dentro es otra cosa: un estómago de un lado y un hígado del otro, el páncreas también fuera del eje, un pulmón algo más pequeño que el otro para alojar al corazón, que se reclina ligeramente sobre el lado izquierdo... estos detalles del diseño. A nivel mental, también cada hemisferio del cerebro controla distintas áreas del intelecto. Simplificando mucho, el derecho es el emocional, el izquierdo el racional. Además, la destreza que se tiene con las extremidades de la parte derecha o izquierda tampoco es la misma. En resumen: simetría de pacotilla. Ahora bien, envuelves todo esto y al exterior sí que parece bastante simétrico.
Pocas cosas escapan a la percepción más aguda. Y si se trata de percibir, el cerebro no descansa de esta tarea. A nivel consciente, puedes pensar que no es importante. Pero, inconscientemente, tu cerebro te sugerirá que las personas te van a resultar más atractivas cuanto más simétricas las percibas. Así es esto. Luego, puedes hacer caso o no, pero él insistirá pese a todo.

Vaya rollo con la simetría. Puede parecer poco importante, pero ahora pienso en una cosa... Si una de ambas piernas es un poco más larga que la otra (algo prácticamente imperceptible, pero que -si se miden con precisión las dos- se puede verificar que sí lo es), esto quiere decir que en una larguísima caminata sin referencias se acabaría dando vueltas en círculo, porque la zancada que se dé con una pierna será un poquito más larga que la que se dé con la otra.
No sé, no sé... creo que al final hay demasiadas personas caminando en círculo. Yo mismo me he preguntado alguna vez: ¿qué hago de nuevo aquí? Uno esperaría ir avanzando, pero de repente se encuentra con que no ha sido así. Se repite una situación, un panorama, como en un déjà vu. Extrañas vidas paramnésicas.
Tal vez la clave de la repetición esté en esa pérdida de referencias. Por ejemplo: un desierto es un lugar con muy pocas referencias. El cielo es azul y en él solo hay un sol (ardiente y asfixiante, por cierto) que, durante el día, se mueve de este a oeste y en el hemisferio norte alcanza su cénit hacia el sur. Al mediodía, para más datos. Pero eso es todo. El resto, abajo en el suelo, son dunas y más dunas. Cambiantes e imposibles de memorizar. No hay más información. Qué fácil es perderse. Aunque decidieras caminar en línea recta para llegar a algún sitio, lo que sucedería es que, sin brújula, acabarías trazando círculos en el desierto, en un mar de arena sin referencias.

Así van pasando los días, procurando aferrarse a algún pormenor, siguiendo los hitos del camino, buscando las claves, tratando de cuadrar una trayectoria curva, intentando avanzar y llegar a algún puerto de reposo. O eso o llenar de círculos el solitario vacío de los desiertos de la vida.